de Lucien Rebatet
Hay libros (unos pocos) que se engrandecen con los años: éste es uno de ellos. En un viejo artículo nuestro sobre su autor, escribíamos:
“Tras regresar al periodismo, la última gran obra de Rebatet es el monumental ensayo Une histoire de la musique (1969), personalísima y brillante muestra de su erudición musical, dominada por una escritura de gran belleza y agudo sentido crítico: este trabajo, en sus más de ochocientas páginas, supone uno de los mejores textos críticos sobre la materia producidos durante el siglo XX, y aunque denostado por ciertos especialistas -dada su acusada subjetividad, explicitada en el propio título-, confirma a su artífice como uno de los mejores prosistas de sesgo conservador en lengua francesa, cuya pluma ha trascendido la hueca adjetivación propia del artesanado de la escritura tan criticado por Roland Barthes”.
Y decíamos bien: subjetividad, ese “imprevisto” que la modernidad, fuera de unas ficciones tan inanes como efímeras, no termina de digerir… Ello, para bien o para mal (es indiferente) le ha quitado posibles lectores al libro (asunto que, de puro trivial, preferimos arrojar a la escombrera de los estudios de mercado y sus infalibles tácticas de creación de consumidores).
Medio siglo después de su escritura, y más de veinte de su cuidada publicación en España (de la mano de Ediciones Omega, con una meritoria traducción de Marta Pérez), Una historia de la música, de Lucien Rebatet, adquiere una dimensión nueva, renovada de puro infrecuente: la de una historia de la música que, cinco décadas después de su escritura, mantiene intacto todo su poder de captación, y no tanto en virtud de sus contenidos (más o menos inmutables de una historia de la música a otra), como de la fabulosa visión de conjunto de su artífice, un Rebatet cuya pluma, en plena forma, logra sortear las estrecheces del género, para adentrarse con sutil pericia en los dominios de la mera obra de arte.
Tal triunfo, decimos, no hubiera sido posible sin una suma de factores que, por lo común, suelen pasar altamente inadvertidos en las obras de esta naturaleza, a saber:
– Estilo (literario): un estilo abigarrado, aunque elegante, no tan “francés” como algunos pudieran pensar, y cuyas bellezas arrancan de la propia construcción de la(s) frase(s): el escritor Rebatet, podríamos decir, no escribe, “cincela”: su pluma es un escoplo admirable y preciso, que vigoriza la frase desde la pura expresión, escogiendo con mano diestra las palabras exactas, mas sin caer nunca en la pirotecnia floral, en el pastiche alambicado. Esta cualidad, en una obra de carácter divulgativo (no una novela ni un poema… sino un libro de historia de la música), torna más inesperada la entidad del estilo, un estilo real e irrefutable, que se sostiene página a página, y que se diría propio de otro tipo de obras de creación. Pero, no nos engañemos: es el estilo literario -y no tanto sus contenidos, que también- lo que hace del libro un trabajo tan vibrante como duradero.
– Unidad (de estilo): lo anterior vertebrando-y-atravesando el texto, todo ello sostenido, como decimos, durante más de 800 páginas, sin fisuras ni altibajos. Mérito considerable, a juzgar por las dimensiones de la obra y su carácter expansivo.
– Juicio crítico (consistente): asombroso en su impulso -nunca titubeante ni inseguro, sino dueño y señor de sí mismo- y equilibrado en su ecuanimidad, o, lo que Kléber Haedens describe como “la constancia en la seguridad y la autoridad del juicio”. Y sin embargo Lucien Rebatet no fue ningún especialista enclavado en su huerto sempiterno, sino “un melómano que ha dedicado una buena parte de su vida a la música, pero no la ha tenido nunca como profesión” (p. XII, Barcelona, 2007).
– Capacidad de síntesis (auténtica): que exige por parte del autor un conocimiento profundo de la materia tratada, sin caer en simplificaciones de manual ni disimulados intentos de plagio, ora de aquí, ora de allá.
Tan personalísima entrega, por descontado, no aparece exenta de afirmaciones rotundas y discutibles (la dureza en la valoración de algún compositor, por ejemplo). Pero, a decir verdad, ¿qué puede importarnos disentir de alguna u otra opinión ante párrafos y párrafos de tantos quilates? Rebatet no es un mero opinador del día, sino analista apasionado que se mueve en los límites de un canon que él, como tal, entiende y asume como ejemplar. Su libro escapa pues a cualquier relativismo: su eje de gravedad es la música de Occidente, de la Europa de Johann Sebastian Bach, Mozart y Wagner (a los que dedica, por cierto, algunas de sus páginas más cumplidas).
Una historia de la música es obra de arte a la par que obra de amor. Es confesión y es testamento. Es el trabajo excepcional de un escritor de raza llamado Lucien Rebatet.
José Antonio Bielsa Arbiol