Por el Prof. Javier Barraycoa
Sucedáneos de información
No estamos sólo ante una transformación del periodista, en cuanto persona y profesional, sino también de los propios medios en cuanto estructura de construcción simbólica. El abandono progresivo de los medios escritos por los medios audiovisuales, a la hora de buscar códigos de interpretación de la realidad, ha transformado sustancialmente el sentido de los medios de información. La realidad ya no sólo tiene que ser relatada -con más o menos acierto- sino que debe ser “reconstruida visualmente”. El mundo icónico se presta con muchísima más facilidad y eficacia a las manipulaciones que la letra impresa. Al respecto, Guy Debord señalaba, no sin cierta crudeza, que: “La imbecilidad cree que todo está claro cuando la televisión muestra una imagen bella y la comenta con una mentira”. Por eso, Furio Colombo denuncia que los telediarios, cada vez más, recurren al uso de las cámaras lentas para recrear la noticia y la edulcoran con música New Age. Así, “La cámara lenta, cuyo efecto dramático, un poco surrealista, un poco onírico, proviene del cine, se utiliza ahora en la tele para subrayar algo, para estimular nuestra atención, nuestra conciencia de gravedad de algo”.
Hoy por hoy, las técnicas televisivas se han perfeccionado hasta límites insospechados. Las televisiones se disputan “buenos presentadores de informativos”. Son sabedoras que la personalidad y el aplomo para contar las noticias acaban sustituyendo el contenido de la propia noticia. La técnica del teleprompter –o texto visionado- permite que el presentador pueda leer las noticias confiriéndoles seguridad y “certeza”. El presentador de telediarios, omnipresente en todo el programa, hilador de noticias y comentarista a la vez, es capaz de otorgar a los telenoticias una “unidad y credibilidad” que es fácilmente aceptada por el telespectador. Además, los guiones de los telediarios se ven salpicados de expresiones tales como: “los expertos avisan …”, “los científicos han descubierto …”, “una encuesta revela que …”, “un reciente estudio ha demostrado”, “la ciencia confirma …”. Sin el menor rubor, ni posibilidad de contrastación, el discurso de los informativos provoca que el televidente vaya asumiendo comentarios, opiniones e interpretaciones de la realidad sin el más mínimo esfuerzo crítico hacia las fuentes. Todo ello es avalado por la “seriedad” del telediario. Al analizar los ritmos de las noticias podemos descubrir extrañas alteraciones. Las noticias curiosas y amables suceden a las trágicas; las noticias que despiertan curiosidad son hábilmente combinadas con las que conllevan “orientaciones políticas”. El telediario se transforma en una sucesión de noticias que van alterando el estado de ánimo del televidente. Sacrificando un orden temático, los guionistas reproducen las viejas técnicas de manipulación consistentes en la ruptura psíquica a través de las alteraciones emocionales. Por eso, todo telediario debe acabar con una “noticia placebo”, esto es, una noticia suave y agradable en torno a temáticas intrascendentes, sea artística, sea un desfile de moda, sea una acción ecologista. Entonces, el espectador que se ha sentido atrapado por el espectáculo del telediario, que ha sufrido agitaciones sentimentales y muchas veces mórbidas, que ha aceptado “codificaciones valorativas” en torno a las cuestiones políticas, puede reposar feliz con la última noticia del telediario. Este modelo de telediario espectacularizado, que como cualquier otro programa es interrumpido por la publicidad y admite esponsorizaciones, se ha transformado en un modelo homogéneo y homogeneizador de la información y la interpretación de la realidad.
Los medios de comunicación se han transformado en los agentes de “reconstrucción” de la realidad, en productores de sucedáneos de información. El tema ha sido escasamente estudiado, aunque contamos con algunas obras lo suficientemente significativas. Una de ellas, sencilla en sus planteamientos pero aguda en sus observaciones, es Sobre la Televisión de Pierre Bourdieu. El autor se plantea la transformación que han sufrido recientemente los telediarios: “Una parte de la acción simbólica de la televisión, a nivel de los noticiarios, por ejemplo, consiste en llamar la atención sobre unos hechos que por su naturaleza pueden interesar a todo el mundo, de los que cabe decir que son para todos los gustos. Se trata de hechos que, evidentemente, no deben escandalizar a nadie, en los que no se ventila nada, que no dividen, que crean consenso, que interesan a todo el mundo, pero que por su propia naturaleza no tocan nada importante. La crónica de sucesos es una especie de sucedáneo elemental, rudimentario, de la información, muy importante, porque interesa a todo el mundo a pesar de su inanidad, pero que ocupa tiempo, un tiempo que podría emplearse para decir otra cosa”. Las crónicas de sucesos acaban dominando el discurso de fondo de todo noticiario. Bourdieu se pregunta por qué un tiempo tan valioso se dedica a informar sobre cosas poco importantes y él mismo se responde que hablar de cosas poco importantes debe es muy importante para la televisión. Cuando los telediarios dejan de dedicar tiempo a la reflexión y recopilación de información y acentúan el carácter melodramático y afectivo de las noticias, impiden que el análisis racional se haga efectivo. Nos encaminamos irremisiblemente a lo que algunos denominan la cultura espectacularizada.