IGUAL HASTA LES AYUDAMOS UN POCO
El culebrón interminable de la térmica de Andorra
A la Ministra Ribera y a todo su séquito integrista descarbonizador no le tembló el pulso para cerrar la central térmica de Andorra, y otras muchas por todo el territorio de España. Mientras tanto, como ya comentábamos en posts anteriores, firmaban acuerdos con Marruecos, para comprar la producción de centrales térmicas de nueva instalación… y tecnología mucho más contaminante. Pero es que además, se les llenó la boca con los convenios para la transición justa, y transcurrido ya más de un año, no sólo no se han firmado sino que, para completar el pack, vuelven a postergar otro año más los proyectos del Plan MINER … para 2018 (¡). Tal vez sea por el estacazo recibido a cargo del Tribunal de Cuentas, que ha puesto en solfa la gestión de este programa a lo largo de más de 20 años, con sus sucesivas legislaturas, en el Estado y en las diferentes Comunidades Autónomas.
Una suerte de pseukeynesianismo casposo que ha llenado Aragón, y otros territorios, de polígonos industriales inmensos, de jaulas y criaderos de empresas cuya capacidad está siendo aprovechada a día de hoy exiguamente. Es la obsesión prometeica del socialismo de consumo, hay que cambiar todo y a toda velocidad. Hay que aplicar el formato UNESCO, el formato ONU, o el formato Unión Europea a toda costa, por aquello de que hay mucho dinero en juego, para ayudas, olvidando aquello de que nadie da duros a cuatro pesetas, y colaborando pasivamente en la desindustrialización del país, para convertirlo en un complaciente resort de servicios.
Poco antes de las elecciones del 28 de abril de 2019, D. Pedro Sánchez prometía que el fin del carbón tendría un impacto cero sobre la población y el empleo en las cuencas mineras, porque se arbitrarían las medidas oportunas a tal fin mediante la firma de los convenios de transición justa, tras la accidentada visita de la Ministra Ribera al municipio turolense de Andorra, de la que salió poco menos que trasquilada. Se aprobó entonces, a bombo y platillo, como marco de referencia de todo el proceso, el documento conocido como Estrategia [nacional] de Transición Justa, y se afirmó, como siempre sin concretar plazos ni presupuesto, que los convenios garantizarían un acceso ágil y prioritario a la ventana de financiación de la Administración General del Estado e irían acompañados de ayudas europeas, incentivos o deducciones…cuando sea posible. Añadían, no faltaba más, que todo esto lo iban a hacer “de la mano de los agentes sociales y de abajo a arriba”. Desde el Ministerio de Transición Ecológica se insistía en que su compromiso seguía siendo firmar el convenio con Andorra, el primero de España, en verano, aunque reconocían “que su futuro quedaba ligado al resultado electoral, ya que un gobierno de otro color podría apostar por otras políticas”.
A estas alturas de la película, marzo de 2020, todavía estamos sin convenios de transición justa, sin fechas, sin contenido y, lo que es peor, sin saber con certeza qué territorios (municipios y comarcas en concreto) van a poder disponer de esas ayudas para instrumentar medidas de fomento, implantación o modernización de infraestructuras, atracción de inversiones, etc.
Conviene reparar en que es el gobierno el que ha acelerado al máximo el cierre de la central y es el mismo gobierno, un poco más morado, pero para el caso más de lo mismo, el que se está haciendo el longui para formalizar los convenios de transición justa, y comprometer inversión y financiación en tiempo y forma que permitan el desarrollo de actuaciones dirigidas a promover el desarrollo alternativo de los territorios afectados por esta descarbonización forzosa impuesta prácticamente a paso de legionario y con escaso o nulo talento y previsión.
También en Europa llegamos tarde y mal, es decir, fuimos los primeros, por delante de otras naciones con grandes regiones carboníferas, como Alemania o Polonia, y como ya hemos desmantelado todo pues… eso, que ya hemos hecho los deberes y que las ayudas son para los países que están todavía en pleno proceso de transición.
Por ahora, sólo sabemos que la central térmica de Andorra ya no quema carbón, lo que no sabemos ni parece que podamos llegar a saber en un tiempo razonable es cuándo se firmarán los dichosos convenios para la transición justa – se anuncian fechas, pero en seguida se habla de otras distintas, y otras, y después otras, nunca ahora, siempre más tarde – y menos difícil aún es que lleguemos a conocer su contenido, salvo cuando ya nos los hayan encasquetado encima y nuestros próceres los hayan firmado con sello electrónico de órgano. Con lo que queda del llamado Estado español convertido en una timba de dimensiones colosales, no es difícil pensar que el que sea más hábil negociando entre bastidores sacará algo, algo que ofrecer a sus votantes, pero de momento, el mal ya está hecho.
JAVIER AMO PRIETO