Por el Prof. Javier Barraycoa

 

No gubernamentales, pero subvencionadas.

La simpatía social que despiertan las organizaciones solidarias se debe, en buena parte, al cansancio de la ciudadanía para con todo lo que significa estatismo, burocratización y política. La idea de un tipo de asociaciones independientes del Estado, cuyo fin sea «hacer el bien», despierta de por sí el beneplácito de la sociedad. No obstante, cuando se analiza la realidad no todo es tan idílico y hay que distinguir diferentes tipos de ONGs. Por un lado son meritorias las que se sustentan gracias al apoyo exclusivo de sus colaboradores y cuentan con una independencia real de los organismo estatales (en esta lista se incluirían muchas que en realidad son organizaciones religiosas). Por otro lado, encontraremos las que dependen parcialmente de las subvenciones del Estado. Así, la Administración subsidia una labor social que si la tuviera que acometer ella le resultaría costosísima por su probada ineficacia. También podemos encontrar aquellas, también financiadas, cuyo fin social es como mínimo dudoso. Muchas veces son organizaciones especializadas en configurar pensamiento dominante, interpretar el sentido de la solidaridad y legitimar el Estado de Bienestar. Por último, podríamos descubrir ONGs totalmente subvencionadas por el Estado, auténticas prolongaciones de éste, y cuyos fines acaban sirviendo a intereses nada transparentes.

Sea como sea, el intervencionismo estatal ha conseguido sobrevivir en los nuevos movimientos sociales gracias a la siempre bien recibida política de subvenciones. Asociaciones como la Cruz Roja dependen principalmente de los presupuestos del Estado pero no dudan calificarse como “no gubernamentales”. El peso de la Administración cada vez es más importante. Según el Directorio ONGD 1997, el 56% del dinero que recibían las ONGs españolas provenía de las subvenciones públicas. Otros informes elevan la cantidad a un 65% (Cfr. El País 25-1-98).  Las cifras pueden variar, pero de lo que no cabe duda es el peso del Estado en estas organizaciones.

¿Cuál es el verdadero interés de esta política gubernamental? El sociólogo francés Pierre Bourdieu había definido el Estado como aquella institución capaz de mantener un monopolio de los “símbolos sociales”, así como la capacidad de decisión sobre cuáles son los “problemas sociales”. Las ONGs, muchas de ellas gracias a las subvenciones, son las actuales generadoras de una “conciencia social”. Ellas se encargan de despertarla, de modelarla y de dirigirla, en función de ciertos intereses políticos. Otro aspecto oculto al público en general es la relación entre algunas de estas organizaciones y la clase política. Cuando políticos de cierto nivel han quemado sus “etapas” pueden acabar recalando en el cargo ejecutivo -y bien remunerado- de una ONG subvencionada. El caso de la Cruz Roja sería paradigmático, pues está especialmente plagada de políticos “jubilados”.

La interacción entre muchas ONGs y la clase política es mucho más intensa de lo que a primera vista podemos pensar. La organización SOS Racismo, por ejemplo, está vinculada directamente a la Internacional Socialista, y sus ingresos dependen especialmente de fondos europeos. Estos fondos son otorgados por la ECHO (European Comission Humanitarian Office), comisión europea que administra las ayudas humanitarias de la CEE.  Las redes entre altos funcionarios y clase política funcionan. Los fondos son adjudicados con preferencia a ciertas asociaciones que en su momento devolverán el favor. No es de extrañar que la ECHO ha sido, y es, uno de los nidos de corrupción más oscuros de la Unión Europea. Hace unos años no pudo mantenerse el secretismo y el escándalo salpicó a la Comisión europea, provocando su dimisión en pleno.

Si analizamos los itinerarios particulares de muchos “responsables” de estas ONGs descubriríamos circuitos muy curiosos. Olivier Longué, antes de llegar a Acción contra el hambre, trabajó para el Ministerio de Cooperación francesa y para la ONU. Un antiguo alto jefe de ACNUR (Organización dependiente de la ONU para ayuda al refugiado), que posteriormente trabajó para Médicos Sin Fronteras (MSF), ahora trabaja para ECHO, la ubre de las subvenciones, en Cuba. Cáritas de Barcelona, por ejemplo, contrató para dirigir la institución a una famosa política socialista recién abandonada su carrera política. Muchas organizaciones humanitarias se han convertido en plataformas de colocación profesional entrelazadas con la burocracia, los propios partidos políticos o las nunca transparentes organizaciones dependientes de la ONU. Estos circuitos, también hay que decirlo, son multidireccionales: los organismos burocratizados (partidos políticos, organismos como la ONU, Institutos de cooperación, etc.) se nutren y reclutan profesionales de las ONGs.

 

Javier Barraycoa