Esta grave crisis sanitaria que estamos viviendo debería dejarnos infinidad de lecciones, que mucho me temo serán ignoradas. La primera y más importante es que estamos ante una gran emergencia sanitaria y que por el momento el sistema sanitario (aplauso enorme para los profesionales de la salud) está respondiendo. La segunda que hay un sector de la sociedad que le importa su prójimo tres leches y que hace lo que le da la gana hasta que hay que impedir su grave irresponsabilidad casi a punta de pistola, de momento a punta de lápiz con las multas. La tercera que aunque vivamos cada uno en nuestro mundo de Narnia particular centrados en nuestros problemas cotidianos, aspiraciones, logros, proyectos, planes, éxitos y fracasos la vida es de una fragilidad que debería darnos que pensar, en el plano material, pero sobre todo en el espiritual. Si en algún momento la presencia de Dios se siente necesaria y cercana es en la tribulación.
Supongo que podría seguir con varias cosas mas, pero la idea, en definitiva es que vivimos en una falsa seguridad que nos ciega y que cuando la realidad, siempre cruda e inmisericorde nos abofetea la cara como ahora, de repente, caemos en lo rápido que una vida e incluso una sociedad puede entrar en pánico y colapsar.
La única solución es el civismo, la prevención y responsabilidad especialmente de quienes tienen la grave exigencia de toma de decisiones que nos afectan a todos; léase políticos.
Ya sé que todo esto no tiene mucho que ver con el titulo del articulo, pero en mi opinión son los tres últimos motivos, civismo, prevención y responsabilidad los que entre otros muchos dejan a los diferentes gobiernos en paños menores. Sin entrar en detalles la prevención ha sido tardía por motivos puramente políticos, había que celebrar el 8M sí o sí, celebrar Vistalegre sí o sí etc…. Tomar medidas en un guirigai administrativo como el que vivimos con el despiporre autonómico hace cualquier coordinación casi imposible.
Reflexionando sobre esto último, me entra una seria duda respecto a mis compatriotas que viven o residen en comunidades con lengua propia, la que usan para comunicarse muchos ciudadanos de esas comunidades y que por puro clientelismo se usa para discriminar en oposiciones y cargos públicos. Hemos visto casos extremos como el de la policía lingüística de la Generalitat que son un claro ejemplo.
¿Y ahora qué pasará con la posibilidad de que se creen focos importantes en estas comunidades que saturen sus servicios médicos y necesiten la ayuda de profesionales de la salud que no conocen la sagrada lengua vernácula del feudo en cuestión? ¿Impedirá ahora Torra, Urkullu o Feijoo la entrada de estos profesionales porque no hablan catalán, gallego o vasco? ¿Esto hace falta para comprender que a los profesionales sanitarios o cualesquiera otros se les valora por el desempeño de su profesión antes que por su adhesión al amado líder de turno y su flatulencia identitaria? ¿Tiene que haber muertos encima de la mesa para aplicar el sentido común?
A nadie se le pasa por la cabeza, hasta un nazionalista cerril y unicejo, sabe que lo primero es la salud (y la eficiencia en general de los servicios públicos) y que el precio electoral y social de prohibir esas ayudas, llegados al punto que estamos, sería catastrófico para esas ridículas taifas que se han creado para única gloria de nazionalistas periféricos de todo pelaje.
¡¡¡Qué puñetera es la realidad amigos!!! Cuando el virus aprieta ya no hay hecho diferencial que valga y el lingüístico menos que ninguno teniendo un idioma común, el español.
Esto debería provocar una seria reflexión en la sociedad y darnos cuenta que determinados asuntos como la salud, la economía o la educación, no se pueden dejar en manos de unos incompetentes garrulos que solo piensan en la siguiente chorrada identitaria antes que en el bienestar y el bien común de sus administrados.
Una reflexión que debería convertirse en incontestable reivindicación de unos ciudadanos que vemos asombrados cómo incluso ante una crisis sanitaria de primera magnitud algunos siguen pensando más en su poltrona, en su partidito de mierda y en el mucho o poco rédito electoral que puedan sacar, mucho antes que en su prójimo y en el bien común de la sociedad.
Hoy en España podemos comprobar cómo la incompetencia tiene unos responsables y esos son los partidos y la partitocracia que por su pura lógica perversa y siempre antepondrá el rédito político al sentido común.
Sergio Benito