Cardenal Omella

Salgo de casa, a estirar las piernas, pues voy a acabar como un cuatro, de tanto estar sentado, y para asistir a la Santa Misa dominical, que en tiempos de incertidumbre es cuando más nos acordamos de Dios.

¡Imposible! Las tres o cuatro Iglesias cercanas a mi casa están todas cerradas a cal y canto, con una hoja en la puerta donde dice algo así como que -escribo de memoria- “Siguiendo instrucciones de la Conferencia Episcopal, y del Arzobispado, la Iglesia permanecerá cerrada hasta nuevo aviso, y se suspenden todas las misas y actos litúrgicos”.

Excuso decirles que tampoco se facilita un teléfono de urgencias, para dar la extremaunción en los casos que lo necesiten, llevar la Comunión a personas impedidas o desvalidas, que no puedan salir de sus domicilios, etc.

En la puerta trasera de una de estas Iglesias, dónde está Cáritas Parroquial, hay otro letrero en dónde dice que se suspende indefinidamente la atención a las personas necesitadas hasta nuevo aviso.

Es decir, los que no tengan para comer, etc., ¡que se jodan!

“Hermosa” solidaridad de la Iglesia con las personas necesitadas…

Empieza a notarse la presidencia de Omella, tan preocupado por recibir dinero del gobierno, a cambio de no crearles el mínimo problema.

Convendría que los católicos recordemos que la Iglesia nos ha dejado solos, a los pies de los caballos, cuando más la necesitábamos…

Pero es que además, para más inri, la postura de la Iglesia, cerrando todas sus dependencias, y pasando de todo, es todavía más radical que la normativa legal dictada al respecto, y que dice textualmente lo siguiente:

“Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19”:

Artículo 11. Medidas de contención en relación con los lugares de culto y con las ceremonias civiles y religiosas.

La asistencia a los lugares de culto y a las ceremonias civiles y religiosas, incluidas las fúnebres, se condicionarán a la adopción de medidas organizativas consistentes en evitar aglomeraciones de personas, en función de las dimensiones y características de los lugares, de tal manera que se garantice a los asistentes la posibilidad de respetar la distancia entre ellos de, al menos, un metro”.

Espero que los católicos “ejercientes” recordemos esta “no actuación” de la Iglesia cuando llegue la próxima declaración de la renta, pues yo no acostumbro a regalar mi dinero a quien ningún servicio me presta…

Ramiro GRAU MORANCHO

Nota de El Criterio:

Recordamos a nuestros lectores que las opiniones de nuestros firmantes son personales y no tienen que coincidir necesariamente con las líneas de «El Criterio».

En este caso hemos de decir que la jerarquía eclesiástica es posible que, en algunas ocasiones, adopte medidas que nos disgusten o, como poco, no entendamos, pero sigue siendo la Iglesia de Cristo con su labor social y espiritual que hoy, 23 de Marzo, se concreta en la continuidad de las celebraciones litúrgicas, con las debidas medidas de precaución sanitaria, que vienen realizando abnegados sacerdotes, a veces con amenazas, por parte de policías o miembros de la población, de denuncia; la labor en conventos de fabricación de material sanitario que tanta falta hace y que tan poco se difunde; y algo que los católicos no deberíamos olvidar, las oraciones, todas válidas, en los conventos o de los sacerdotes que no se han atrevido a abrir sus iglesias para celebrar con público reducido por miedo al virus o a las denuncias; pero eso es muy humano y a nadie hay que exigir heroísmos.

Siguiendo el articulo 11 de la ley de  alerta sanitaria, se permite la celebración de ceremonias de culto, condicionado a la toma de medidas para evitar aglomeraciones ( ¡Vamos! como en los supermercados). Y los sacerdotes se tienen que ceñir a lo mandado por su pastor. Así es notorio los obispos que han aumentado el número de Misas, para que los fieles se repartan más, para poder cumplir la norma de alejamiento.

Quienes esta nota aclaratoria escribimos hemos podido, hasta ahora, asistir a la Santa Misa a diario (g a D) y agradecemos al sacerdote que ha abierto las puertas de su iglesia a un puñado de fieles así como a otros que han hecho lo mismo (siempre amparados en el mandato de su obispo y de la ley), pero también agradecemos las muchas oraciones y el esfuerzo de la utilización de los medios de comunicación y redes sociales para acercar la espiritualidad al Pueblo de Dios recluido en sus casas. Nos tememos que, a no tardar, la reclusión sea total y el artículo 11 no sirva para la asistencia presencial, entonces agradeceremos a quienes nos acerquen Fe y Esperanza a través de las tecnologías.

 

Ramiro Grau Morancho