Por el Prof. Javier Barraycoa
Deep Ecology: su fundación y sus fundamentos.
El inventor de esta denominación, y uno de sus principales inspiradores, es Arne Naess, que popularizó el término en el mundo anglosajón en su obra: Ecology, Community and Lifestyle. La Deep Ecology se presenta como la garante del verdadero espíritu ecológico frente a lo que sus fundadores consideran una peligrosa desviación que ha dado lugar a una «ecología superficial». La crítica es fácil ya que buena parte del «espíritu ecológico» posmoderno, como hemos señalado anteriormente, ha quedado reducido a las prácticas comerciales. El capitalismo ha sabido subsumir en la vorágine consumista ciertos anhelos e inquietudes naturalistas. Vivir ecológicamente ha quedado reducido a la práctica del ecoshopping. Una extraña constelación de sentimientos y hábitos quedan saciados en la búsqueda afanosa de «etiquetas verdes» en los supermercados. Los productos “bio” triunfan junto a las dietas “sanas”. Las tiendas de alimentos y productos ecológicos se emplazan en los mejores barrios de las ciudades y sus precios son sustancialmente más caros. Las grandes multinacionales y las Administraciones públicas se suman al carro del nuevo espíritu dominante y muestran su cara más amable. Como seña de identidad ecológica se precian de usar papel reciclado (más caro y contaminante en su proceso de elaboración). La cultura del reciclaje que nos ha invadido retroalimenta la maquinaria capitalista: si reciclamos podemos salvar el actual sistema económico. La doctrina de la economía sostenible triunfa pues tranquiliza: podemos salvar el Estado (capitalista) de Bienestar, si somos más ecológicos.
Para los partidarios de la Deep Ecology el capitalismo “verde” es una perversión del original espíritu ecologista. Este ecologismo, propio del consumo de masas, no sería más que una expresión del egoísmo de la especie humana que pretende seguir “viviendo bien”. Con otras palabras, es un ecologismo excesivamente “antropocéntrico”. Frente a esta «relajación», obras como la de Naess cargan las tintas. Bajo un lenguaje que mezcla inspiraciones místicas, New Age, panteísmo y budismo Zen, la Deep Ecology reivindica el «biocentrismo». Esto es, el derecho compartido de todas las especies a vivir en «igualdad de condiciones». El hombre es una especie más y por ello no tiene más derechos que otras. Entre los argumentos propuestos en la obra de Naess median citas de Spinoza, Heidegger u otros filósofos caracterizados por su panteísmo o nihilismo. La conclusión de la obra no deja de sorprender por su atrevimiento: hay que sustituir el «egoísmo de la especie humana» por un nuevo «igualitarismo biosférico». La vieja propuesta revolucionaria de la igualdad de clases sociales ha sido reciclada en una nueva propuesta revolucionaria: la “igualdad de especies”.
La Deep Ecology propone una radical igualdad de derechos para animales, vegetales e incluso minerales (¿?). Los más intransigentes condenan la Declaración Universal de los Derechos del Hombre por ser antropocéntrica y, por tanto, por tratar en plano de desigualdad al resto de las especies animales. Si el antropocentrismo renacentista e Ilustrado se alzó contra el teocentrismo medieval. Ahora el antropocentrismo sucumbe ante el “biocentrismo”. A pesar de que la Deep Ecology es un movimiento minoritario, tiene sin embargo grandes divulgadores. Uno de ellos es Peter Singer, el que fuera gurú de la “nueva ética humanista”, entendiéndose por ésta la reivindicación de una moral relativista y anti-universalista. En los últimos años, Peter Singer ha abandonado su defensa del “humanismo” y se ha convertido a la nueva fe ecológica. En sus postreras obras aboga por un antihumanismo sin matices. Si hasta ahora los pecados más graves del hombre eran el sexismo y el racismo, Peter Singer descubre un nuevo crimen de la humanidad: el «especieísmo». El extravagante intelectual denuncia en la “falsa” creencia de los hombres al ver su especie como la más importante de todas. Este considerarse por encima de otras especies, en boca de este singular propagandista, sería una apología de la desigualdad y reflejaría un espíritu antidemocrático. Aunque parezca mentira, este tipo de autores arrasan en ventas de libros y causan admiración entre las clases medias altas norteamericanas y europeas.