¿La censura es mala? ¿Es justo, noble y moral dejar al hombre errar en el nombre de la libertad? ¿La pornografía termina en sí misma, o afecta a todos los ámbitos de la vida? ¿Es peligrosa o es inofensiva?

Lo que voy a contarte es noticia. No tienes más que entrar en cualquier periódico digital para leer acerca de este tema. Nueve de cada diez niños y seis de cada diez niñas menores de 18 años, han consumido pornografía, casi siempre a través del móvil de sus padres, o el suyo propio. La primera visualización se hace entre los 9 y los 12 años. ¿Sorprendido?

La sociedad sufre hoy una hipersexualización, un bombardeo de información de carácter sexual que desvirtualiza sus fines más propios y reduce a la persona a lo sexual, al amparo de la mal utilizada palabra libertad. Esto se produce en los medios de comunicación en horario infantil, en la educación sexual (reducida a pornografía) en los centros educativos, a los contenidos de la web a la que todo ser humano tiene acceso con un solo clic, etc.

Todo empieza con la frase de un colega en el colegio: “si pones xxx en google salen chicas desnudas”. Uno lo pone y de un sitio vamos al otro, llegando a contenido sexual explícito. La pornografía es un cáncer que el 80 por ciento de la población consume. La contemplación de imágenes o vídeos de contenido sexual ensucia la mente humana hasta el punto de no ser capaz de mirar a una persona como varón o mujer, sino como un trozo de carne para el disfrute visual o corporal. Se reduce la persona a lo instrumental: tú me sirves para “tal”. Tanto es así que la mente queda alienada por esta droga y necesita de dosis cada vez más altas. ¿Y ya está? ¿Por esto deberíamos prohibirla? Que cada cual haga lo que quiera, ¿no?

El problema viene cuando en tus relaciones interpersonales, en tu modo de ser persona, únicamente buscas el interés de la autosatisfacción, las nuevas necesidades sexuales que tienes gracias a la pornografía: el contacto físico o visual de carácter erótico. Por lo que, lo más básico de tu ser, las relaciones sociales, quedan viciadas y reducidas al interés más sucio. No hablamos solamente de desestructuración psicológica, sino de toda la estructura de la persona. El hombre se animaliza, no es capaz de ejercer su más alta facultad: el amor, porque todo lo que le mueve es el interés sexual. Así es como empiezan las prácticas de sexting, la forma moderna de ligar en la que adolescentes se fotografían o se graban desnudos con posturas eróticas para atraer el interés de la otra parte. Todo se reduce a eso: la persona es su cuerpo, es lo único que puede ofrecer. Un tanto pobre,¿no?

Cuando no puedo satisfacer mis necesidades cada vez más fuertes, recurro a otros métodos, como la prostitución, degradación de la persona a producto alquilable que desenfoca el precioso don del acto sexual que da lugar a la vida, y lo convierte en disfrute de un desconocido con otra parte, en dudosa libertad. También puede ser que el sujeto se encapriche de una mujer que no corresponde su amor/interés/enfermedad, por lo que decide gozar de los privilegios por la fuerza, y la viola. Que nadie se escandalice, es actualidad de portada en periódicos de todo el mundo.

Mi propio “yo” cada vez se controla menos, puesto que es más esclavo de su dosis de pornografía. Ya no hay autocontrol. El caso más dramático en nuestros días es la pederastia, prácticas sexuales con niños inocentes. Esta perversión del hombre no se produce de la noche a la mañana. El hombre ha de alienar su conciencia y todo su ser hasta ser totalmente esclavo de aquello que consume, y las necesidades que esto le crea. De modo que ya no se posee a sí mismo, y su necesidad puede más que su voluntad. No quiero seguir porque, como padre, este tema me provoca nauseas, es repugnante…

Esta droga asquerosa deriva en todo tipo de perversiones: sexo conmigo mismo, con otros a la fuerza, con animales, con cosas, etc. La persona ya no es persona, no tiene voluntad, ha quedado en manos de “ella”, la pornografía, destruyendo todo a su paso: la propia dignidad de la persona, matrimonios, familias enteras, amistades, etc. Todo lo que tiene valor en la vida.

Conclusión, ¿debería ser la pornografía prohibida? La solución que la policía y los profesionales del sector aportan, es implantar dispositivos de control para regular el consumo de menores. ¿Qué? ¿Acaso no es la pornografía droga y germen lo suficientemente fuerte para deconstruir una sociedad? Me atrevo a decir que los hombres necesitamos ser protegidos para no cometer atrocidades, puesto que el mal uso de la libertad que ser hombre conlleva, puede llevarnos a cometer las peores obras, incluso en contra de nuestra propia voluntad. Por eso creo en la censura.

Si todo esto te suena a sacristía, piensa en que nuestras hijas e hijos salen a la calle y se cruzan continuamente con consumidores de esa droga alienadora de mentes llamada pornografía, por la cual nuestra hija se convierte en un trozo de carne del que disponer a placer. ¿Por qué exhibirnos y exhibir a nuestros seres queridos a este peligro sin necesidad? Fórmate y educa en el amor, la única fuerza que hace al hombre ser hombre.

 

Sancho Guindano

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