ABADESA.

Festividad: 22 de Septiembre.

Elogio: En Laon, lugar de Neustria, santa Salaberga, abadesa, de quien se dice que san Columbano le curó su ceguera y la encauzó al servicio de Dios.

Cuando san Eustasio de Luxeuil viajaba de regreso a su monasterio desde Baviera, fue hospedado en una casa donde había una niña llamada Salaberga, que estaba ciega. El santo tomó aceite, lo bendijo y ungió con él los párpados de la chiquilla; después se puso en oración y Dios devolvió la vista a la infortunada Salaberga. Con el correr del tiempo, ésta se casó con un joven del lugar, pero el esposo murió dos meses después de la boda, y Salaberga, interpretó aquel suceso como una señal de que Dios la quería para su servicio en algún monasterio. Sin embargo, los padres de la joven pensaban de distinta manera y la casaron de nuevo con un noble caballero llamado Blandino. Con él tuvo cinco hijos, dos de los cuales, Baudino y Anstrudio, llegaron a ser venerados como santos. Salaberga había dotado a un convento de Poulangey y, al cabo de varios años de feliz matrimonio, tanto ella como su marido, de común acuerdo, decidieron retirarse del mundo. Blandino se hizo ermitaño y se le venera como santo en la diócesis de Meaux. Ella se retiró primero al convento de Poulangey y, más tarde, por consejo de san Walberto, abad de Luxeuil, fundó un nuevo monasterio en Laon, alrededor del año 650. Aquella abadía era un establecimiento muy extenso y tenía conventos para monjes y para monjas. Salaberga tenía un hermano casado que se llamaba Bodo, al que convenció para que abandonase el mundo y tomara los hábitos, al tiempo que su esposa se unió a la comunidad de Laon. Bodo llegó a ser el obispo de Toul y fundó tres monasterios, en uno de los cuales fue abadesa su propia hija. La fiesta de san Bodo se celebra el día 11 de este mes. Durante los dos últimos años de su vida, santa Salaberga sufrió continuamente grandes dolores, que soportó con valor y paciencia. Después de su muerte, su hija santa Anstrudis se hizo cargo del gobierno de la comunidad. Santa Salaberga fue sepultada en la abadía y, posteriormente, los restos de san Bodo fueron exhumados de su sepultura en Toul y trasladados junto a los de su hermana.

R.V.