Desde que el 4 de noviembre a las 3.30 de la mañana Biden subió milagrosamente en el recuento de votos en los estados más turbios como Georgia, Arizona, Pennsilvania, Michigan… el ojo de los Estados Unidos no ha dejado de mirar atentamente los movimientos electorales que se están produciendo.
Venía advirtiendo de que el resultado final, el juramento de Biden el 21 de enero, era el primer asalto de lo que estaba por venir, en un combate muy interesante y que probablemente acabe en noviembre de 2024, con algunas paradas importantes entre medias. Y así está siendo.
En Georgia han cambiado la ley electoral para obligar a los votantes a identificarse antes de emitir su voto. Sorprendentemente, esto no se producía ahora, ya que por lo visto exigir identificación era un atentado contra la intimidad de las personas. Este hecho, que de facto le da la victoria de Georgia en las midterms de 2022 para los republicanos, no ha sido bien recibido por la administración Biden, que ha llamado al boicot a Atlanta como sede del partido de las estrellas de béisbol. Otras compañías, como Delta Airlines, CocaCola, JPMorgan, Viacom, Citigroup, Cisco, UPS y Merck han atacado duramente esa medida, que ya está siendo replicada en varios estados, y que amenaza con echar por tierra las expectativas electorales demócratas. Curiosamente, Delta, JPMorgan, Citi, y hasta la MLP exigen una identificación para acceder a sus servicios.
Trump, no obstante, consciente de su posición de dulce actual, después de haber superado el impeachment y teniendo las manos libres para actuar políticamente a placer, está llevando a cabo una estrategia de zapa muy interesante.
En primer lugar, se está haciendo con el control de las plazas republicanas que no le fueron fieles en la batalla de diciembre, “primarizando” a los candidatos a gobernadores, congresistas y senadores, y colocando a los suyos. Cada declaración suya es un “endorsement” a un candidato que lleva el marchamo de calidad Trump.
En segundo lugar, se está haciendo portavoz del “antiwoke movement”, en español sería “movimiento antiprogre”, y haciendo un uso frenético de las declaraciones escritas que puede emitir la oficina del expresidente, emite una o dos al día, sin límite de caracteres, como si de su propio Twitter se tratara. Es importante recordar que Trump tiene vetadas las cuentas de Facebook, Twitter, Paypal, Amazon…
La estrategia por tanto es de medio plazo, con los ojos puestos en la presidencia de 2024, que aún no ha desvelado pero que ya apunta maneras. Esto pasa por reconquistar el Congreso y sacar de ahí a Pelosi y Schummer.
Mientras tanto, en la Corte Suprema, el juez Clarence Thomas, ya ha emitido una opinión (previo a una posición oficial de la misma Corte) apuntando a que las grandes tecnológicas no tienen derecho a censurar las opiniones de los clientes. Esto abre la puerta a una demanda, o a varias, y a eliminar la famosa “Sección 230” de la ley americana. De ser así, supondría la cancelación de las redes tal y como las conocemos hasta ahora. Twitter o Facebook no tendrían derecho a eliminar cuentas, Amazon no podría eliminar de sus estanterías virtuales los libros que no comulguen con la ideología progre, Google, Apple, etc… deberían comprometerse con la libertad de pensamiento, y no como hasta ahora, con la ideología posmoderna dominante.
A los que me preguntan cuál es la batalla cultural que hay que dar: es esta. En primer lugar, enseñar las costuras de sus propias incongruencias. En segundo lugar, cambiar las leyes a nivel local y regional, ya que no a nivel nacional. En tercer lugar, la mente puesta en pequeñas victorias que vayan colocando las piezas para la conquista de las estructuras sociales y políticas. No hacer nada si no tiene un objetivo.
Conquistar poco a poco lo que más a mano tenemos, ya que el Estado sólo puede llegar a un límite determinado de nuestras vidas. No puede regular, por ejemplo, nuestras conversaciones en el bar, con nuestros amigos, aunque lo esté intentando. No puede decidir, al menos en Madrid, sobre lo que se les enseña a nuestros hijos, aunque esto sea algo que pretenda cambiar el bloque comunista tras las elecciones.
Nos han acostumbrado a que las victorias son sencillas, y que son fruto de un automatismo acción/reacción. No es ni mucho menos así. Ganar, cuesta mucho. Pero aún diría más. Las victorias fáciles no merecen la pena porque no son permanentes. El ejemplo de Estados Unidos nos abre la mirada, pequeñas victorias, pequeños heroísmos, pequeñas conquistas, que van acumulándose una sobre otra gracias a unos pocos valientes y que, como la bola de nieve, se convierte en poco tiempo en algo imparable.
Pero todo eso pasa por que cada uno de nosotros demos ese paso heroico de implicarnos en la batalla en el entorno en el que nos encontremos. Con paz de espíritu, es el momento de construir nuestra propia alternativa humana, al fracaso ontológico que han supuesto las políticas de los melifluos.
Marcial Cuquerella
Publicado en La Gaceta de la Iberosfera – 0//04/2021