Hace unos días, durante una entrevista en el programa de Ana Rosa, nuestra “libertadora” Díaz Ayuso dijo que, si te llaman fascista, estás en el lado bueno de la Historia.
Tal y como dijo eso, la izquierda empezó a rasgarse las vestiduras (que es “pa” lo que ha “quedao” la izquierda hoy en día.
Viéndolo, me preguntaba: ¿Será parte de la estrategia de identificación de cualquier derecha con EL MAL o realmente están tan lejos de entender a la derecha actual?
Yo, que soy buena gente, siempre asumo que el otro es medianamente inteligente. Así que siempre he pensado que la izquierda era plenamente consciente de que empleaba el término “fascista” como insulto y como forma de anclar al adversario a algo negativo en la mente del espectador.
Y, por tanto, desde que VOX empezó a frivolizar y a reírse de que se les llamara fascistas, yo pensaba que las reacciones de la izquierda diciendo: “¿lo veis, lo veis? Son fascistas” eran parte de esa estrategia.
Ahora empiezo a dudarlo.
Es sabido que a la izquierda le cuesta más pasar el test de Turing ideológico. Es decir, la izquierda es menos capaz de comprender las posiciones y los argumentos de la derecha.
Así que, ahora, empiezo a pensar que son incapaces de ver qué está pasando con el “fascismo” en el lenguaje político de la derecha.
La izquierda se ha olvidado de que ese fascismo es un demonio que ella misma se inventó. Ahora, para ellos, es algo real.
Así que, cuando Ayuso dijo eso, la izquierda vio al demonio quitándose la careta y mostrándose sin miedo ante la población: “Se saben tan intocables que pueden declararse fascistas abiertamente sin miedo ni rubor”.
Lo que vio la gente normal, sin embargo, es a una liberal riéndose de que le llamen fascista.
Ellos vieron el mal. Nosotros vimos un meme.
De hecho, probablemente, esta respuesta de la izquierda no sea más que una proyección.
Entre ellos, que te llamen fascista es un agravio, porque, automáticamente, te coloca en el bando de Ayuso, Rivera, Abascal, Rallo, Hitler y Satanás. Todos son lo mismo y, ahora, tú también eres eso. Lo que no es izquierda. El mal. El fascismo.
Para nosotros, fascismo siempre fue una descalificación de gente limitada intelectualmente o con interés en embarrar. Lo que pasa es que, antes, la derecha agachaba la cabeza. Ahora, no.
¿Me llamas fascista? Te doy la mano.
¿Me acusas de que mis políticas son las mismas que las que acabaron en millones de muertos? Te pongo el meme de Almeida en el mercado: “Pocos me parecen”.
No hay tiempo para discutir. Estamos muy ocupados escandalizando “charos”.
El fascismo es el nuevo “punk”.
Además, que, como ahora el fascismo es cualquier cosa que no sea izquierda y yo no soy de izquierdas, pues muy bien, te lo acepto. Soy fascista. ¿Vamos a llamar fascista a todo lo que no sea izquierda? Me vale. Y me vale porque, además, te pone de los nervios que me valga.
Así que, además de aceptarte el término porque hoy define a cualquier cosa que no sea izquierda, voy a ir más allá y te voy a poner a Franco saludando cuando me respondas un muy intenso “No pasaréis” a una propuesta de liberalización o a una defensa de la unidad de España (por ejemplo).
¿Y sabes qué es lo peor? Que los chavales ven cómo hay una gente que con esas risas ponen de los nervios a esas otras personas que comparten el discurso hegemónico apoyado por el “establishment”.
Discurso que, además, está cargado de moralina cutre y que no para de decirles cómo deben comportarse, cómo deben hablar, qué deben respetar y qué deben odiar. ¡Un auténtico coñazo!
En fin. Es lo que tiene obtener la hegemonía. Que los chavales se pasan al otro lado por pura rebeldía natural.
Los jóvenes perdidos caen en las charlas de Miguel Anxo Bastos y acaban defendiendo los Fueros. Y se ríen cuando les llaman fascistas. Es normal, sólo cabe reírse.
Una última cosa que me lleva a pensar que, realmente, el fascismo es el nuevo “punk”: No hay valor propositivo.
Es un “ke me da iwá” con un poco de rabia y mucho cachondeo. ¿Me llamas nazi? Aquí tienes un meme. ¿Dices que soy racista? Me lo pongo en la “bio” de “Twiter”. ¿Que qué quiero? “I just wanna grill”.
Y está guay. Ya sabes, toda esta mierda es pendular. La hegemonía va de un lado al otro, y, para hacerse hegemónico, antes hay que destruir la hegemonía anterior.
No hay que exigir propuestas al fascismo. Basta con que se haga notar. Basta con que haya símbolos, ropas, música, bebidas, comportamientos, jergas, marcas, complementos… Actitud.
Y da igual si en esa nueva tribu urbana, los fascistas, hay uno que defiende el carlismo, otro que defiende el anarcocapitalismo y otro que defiende el fascismo (esta vez el de verdad).
Y, creo, es algo que estamos viendo nacer. Va a ser divertido ver cómo se desarrolla esto y cómo engulle a los “progres”.
Esos jóvenes rebeldes presentando trabajos sobre lo bien que hicimos en llevar la civilización a América a su profesor-soja y esas jóvenes rebeldes presentando trabajos sobre cuánto perdieron las mujeres con su incorporación al mercado laboral a su profesora-satisfayer.
Lo vemos lejos, pero está más cerca de lo que parece. Porque ya, hoy, el fascismo es el nuevo “punk”.
Antoño.
Publicado en unasemanamejor.substack.com el 22/03/21.