Las primeras noticias sobre estos laboratorios secretos, florecieron en el periódico serbio Pechat cuando publicó un artículo «¿Por qué Estados Unidos está convirtiendo a Ucrania en una bomba biológica?». Este artículo ha desaparecido actualmente de su enlace. El artículo afirmaba que entre 2014 y 2017 estos laboratorios fueron financiados por el Pentágono.

En Ucrania, la existencia de laboratorios estadounidenses fue desvelada por los parlamentarios pro rusos Viktor Medvedchuk y Renat Kuzmin. También la red ha cortado el enlace de la noticia. Se hicieron eco de esta información por los medios rusos y búlgaros. Un medio búlgaro realizó su propia investigación en 2018 y contabilizó 11 laboratorios secretos en Ucrania a través de los cuales se propagan enfermedades peligrosas.

Un dato inapelable es que en la última década, en Ucrania han aparecido brotes de enfermedades extrañas. En 2009, 450 ucranianos fueron víctimas de neumonía hemorrágica en Ternopil; en 2011, 33 ucranianos sufrieron cólera; en 2014, fueron 800. El politólogo Olexander Lazarev propuso que: “Si se mapea todo esto, entendemos que, de hecho, donde se encuentran estos laboratorios, se están produciendo principalmente estos brotes”. Incluso algunos medios insinuaban que de ahí había salido la covid-19, pero estas páginas también han quedado desactivadas.

Los parlamentarios mencionados también apelaron al presidente Zelensky, al primer ministro Denis Shmygal y al ministro de Salud Maxym Stepanov con la demanda de hacer pública la información sobre la existencia de laboratorios estadounidenses en Ucrania. El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) y el gobierno declararon al unísono: “En primer lugar, no hay laboratorios biológicos extranjeros que operen en el territorio de Ucrania. Las declaraciones que se han escuchado recientemente de ciertos políticos no se corresponden con la realidad y son una distorsión deliberada de los hechos”.

Por el contrario, la embajada estadounidense confirmó oficialmente la presencia de esos laboratorios, así como que están financiados por el Pentágono, con un comunicado: “El Programa de Amenazas Biológicas del Departamento de Defensa de EE. UU. está trabajando en Ucrania con el gobierno ucraniano para garantizar el almacenamiento consolidado y seguro de patógenos y toxinas amenazantes”.

Estas contradicciones parecen converger en un hecho irrevocable. En 2005 se firmó un acuerdo entre el Ministerio de Salud y el Departamento de Defensa de los EE.UU. sobre la reducción de amenazas biológicas. Los entonces senadores estadounidenses Barack Obama y Richard Lugar asistieron a la firma. El acuerdo debía consistir en desarticular esos laboratorios, pero finalmente los norteamericanos decidieron todo lo contrario: apropiárselos, desarrollarlos y controlarlos.

El acuerdo de 2005 no surgió de la nada, sino sobre la base de un acuerdo marco entre Ucrania y Estados Unidos en 1993, cuando Estados Unidos ayudó a Ucrania a eliminar las armas nucleares estratégicas y proliferar las armas de destrucción masiva. Su plazo vencía en diciembre de 2020.

En 1999, seis años después de la firma, ocurrió una tragedia en uno de los laboratorios biológicos en la ciudad de Sverdlovsk en Siberia. Fue una especie de Chernobyl microbiológico a un área residencial común donde se producía ántrax. En un escape de antrax murieron unas cien personas.

Desde entonces, el tema de los laboratorios biológicos es un tema tabú en la exURSS. Los norteamericanos reconocen que han construido dos laboratorios para el Servicio Estatal de Ucrania para la Seguridad Alimentaria y la Protección del Consumidor: uno en Kiev, otro en Odesa. La construcción de estos laboratorios biológicos se ha llevado a cabo a través de un contratista Black & Individ, con la mayor discreción.

Otro posible laboratorio estaría a unos 30 km de Járkov. Hace 7 años se rumoreaba que en la ciudad iban a construir un laboratorio bacteriológico con dinero americano.  De hecho, antes de la actual guerra, había enormes invernaderos donde no trabajaban locales, sólo norteamericanos.

La información sobre la existencia de un laboratorio estadounidense en el Instituto Anti-Plaga de Odesa si es conocida por los medios. Pero los periodistas nunca han podido acceder allí. Se trata del Instituto de Investigación Anti-Plaga de Odesa. Durante 80 años, su tarea principal fue combatir la peste. Durante la era soviética, este instituto formaba parte de una red de casi un centenar de centros epidemiológicos de este tipo que habían estado desarrollando programas biológicos militares durante décadas. En septiembre de 2009, el Pentágono destinó 3 millones de dólares para crear un laboratorio biológico bacteriológico sobre la base del instituto. Pero en Odesa nadie es capaz de decir qué ocurre ahí dentro.

Los Estados Unidos tienen laboratorios en todo el mundo, incluyendo viejas repúblicas soviéticas como Kazajstán, Azerbaiyán, Georgia, y Ucrania. En los últimos años, la Agencia de Reducción de Amenazas a la Seguridad Nacional de EE. UU. ha invertido 400 millones de dólares en la construcción y desarrollo de laboratorios biológicos en Kazajistán. En Georgia, los americanos han invertido 350 millones de dólares. Al principio las autoridades georgianas lo negaron. Pero el exministro de Seguridad Nacional de Georgia, Igor Georgadze, confirmó su existencia y una serie de extrañas muertes relacionadas con patógenos.

Por su parte Rusia también ha acusado a que entre 2020 y 2021, el Ministerio de Defensa alemán realizó en Ucrania un estudio de los patógenos de la fiebre hemorrágica Congo-Crimea, leptospirosis, meningitis y hantavirus en el marco de la implementación de una iniciativa bilateral para garantizar la seguridad biológica en las fronteras exteriores de la Unión Europea.

Entidades sospechosas de desinformar, como Newtrall, han intentado convencer a la opinión pública que de en Ucrania no hay laboratorios de armas químicas. Pero el caso es que la desinformación es total. Tampoco sería de extrañar que las famosas armas de destrucción masiva no estuvieran en Irak sino en Ucrania y controladas por el ejército USA.

 

Javier Barraycoa

Javier Barraycoa