La Constitución española dice en su artículo 98 que: “El Gobierno se compone del Presidente, de los Vicepresidentes, en su caso, de los Ministros y de los demás miembros que establezca la ley.
El Presidente dirige la acción del Gobierno y coordina las funciones de los demás miembros del mismo, sin perjuicio de la competencia y responsabilidad directa de éstos en su gestión”.
Uno pensaba, en su ignorancia pueblerina, que el Presidente del Gobierno de España debía comportarse con dignidad, por respeto al cargo, y a sí mismo, pero ayer, en el debate en el Senado, vi todo lo contrario…
Siempre he pensado que el respeto tiene que ganárselo uno, por sus actos, y no solamente por el cargo que ocupa, y que para obtener el respeto ajeno, hay que hacerse respetar, comportándose de forma digna.
En resumen, el respeto bien entendido, empieza por uno mismo…
Ayer vi todo lo contrario en don Pedro Sánchez.
Su comportamiento me pareció más propio de un macarra, que otra cosa.
Y a quienes les escandalice esta manifestación –votantes y botontos del PP, del PSOE y bien pensantes, en general-, les diré que el Diccionario de la Real Academia da tres acepciones de la palabra macarra:
- Dicho de una persona: Agresiva, achulada.
- Vulgar, de mal gusto.
- Hombre dedicado al tráfico de la prostitución.
Resulta obvio que el comportamiento de Sánchez, en una sesión de control parlamentario, incurrió claramente en las dos primeras acepciones.
Y digo más, los “negocios” de su suegro, eran o son de dudosa catadura moral, y podrían entrar perfectamente en la acepción tercera, aunque uno no es culpable de las actividades de su suegro, o de su esposa, en su caso.
El control parlamentario es el mecanismo ordinario de supervisión de la actuación del gobierno, por parte del poder legislativo, y así sucede en toda democracia que se precie.
Pedro Sánchez, acostumbrado a legislar a golpe de reales decretos-leyes, a tenernos encerrados en prisión domiciliaria durante tres meses de nuestras vidas, con unos supuestos estados de alarma declaradas inconstitucionales por el Tribunal Constitucional, etc., debe de pensar que es Maduro, Ortega o Castro, y le molesta mucho que alguien quiera controlar su vida y milagros, o, mejor, su total dejadez, en manos de sus socios comunistas y separatistas.
¿O es qué él también es comunista…?
Cosas más raras se han visto.
En definitiva, sentí bochorno, y vergüenza ajena, de ver las maneras del todavía presidente del gobierno, y solo espero que lo sea por el mínimo tiempo posible.
Por el bien de España y de los españoles.
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor