Como cada año por estas fechas, algunos —cada vez más— de nuestros representantes públicos aprovechan para hacer patente su odio al cristianismo y, por extensión, a nuestra cultura.
Durante estos días hemos visto publicadas diversas noticias del mismo cariz, y estas sólo en Cataluña, contrarias a la Navidad. La primera fue en Vilavenut, municipio de la provincia de Gerona, donde el pesebre viviente que se representa en diferentes días prescindió en uno de ellos de san José; en su lugar, hubo dos mujeres que representaron, a su vez, doblemente a la Madre de Dios. Según publicó el diario Avui, la organización lo justificó porque una de las mujeres llevaba muchos años implicada en la organización del pesebre y porque hay que adaptarse y «mostrar la realidad de la sociedad actual». Es decir, que en realidad a nadie le importa un carajo el significado de lo que allí se representa, sino el quedar bien y ser políticamente correctos. Quizá, y sólo como idea, si hay que mostrar la realidad de la sociedad lo más apropiado sería no hacer nada, pues vivimos en una sociedad claramente apóstata. Luego supimos que, también en la provincia de Gerona, el Departament d’Educació (Serveis Territorials a Girona) introducía un escrito diciendo que «se acercan las fiestas del solsticio de invierno»; el típico solsticio que se ha celebrado toda la vida en Cataluña, ya saben.
El siguiente turno fue para la Conselleria d’Igualtat i Feminismes de la Generalitat de Catalunya, a cargo de Tània Verge, que perpetró esta aberración: un calendario de Adviento «feminista» donde se afirma que «también nos gustan las caganeres, las tiones y la mare Noel». No se puede hacer más el ridículo. O sí, no se crean. Cuando menos lo intentan. En el municipio de Altafulla, por ejemplo, con gobierno de Esquerra Republicana, el partido del poc honorable president Pere Aragonès, recibirán la visita de las «tres magas de enero» en lugar de los tradicionales Reyes Magos de Oriente. No cabe un tonto más, oigan. Por si fuera poco, lo harán bajo el revolucionario lema de 1789, «libertad, igualdad, fraternidad». Reproducimos a continuación lo que dice el propio consistorio en su página web: «Altafulla propone otra manera de celebrar estas fiestas: un acto dedicado a la infancia, desde una perspectiva laica, exenta de clases y sin una finalidad dogmática, que tiene su origen en la ciudad de Valencia en el año 1937, durante la II República Española y en plena Guerra Civil y que fue un desfile que se denominó la Fiesta de la Infancia. Era la unión de la cultura, el teatro, la música, la danza y el arte, para disfrutar los más pequeños con la ilusión de un mundo mejor. […] La intención de esta fiesta es reivindicar los valores republicanos de la libertad, igualdad y fraternidad encarnados en las magas que también engloban el mensaje de disfrutar estas fiestas de una manera sostenible con la finalidad de respetar el planeta donde vivimos. También se librará un libro ilustrado con el objetivo de dar a conocer la historia de la fiesta y el mensaje de “Felicidad, Paz y Cultura” y una nueva manera de celebrar el solsticio de invierno». Juzguen ustedes mismos qué narices tiene que ver esto con los Reyes Magos de toda la vida.
¿Y para esto quieren esta panda de imbéciles la independencia? ¿Para destruir nuestra cultura, nuestras tradiciones? ¿Para esto les votan? A este grado de degeneración hemos llegado. Pero es lo que tiene la Modernidad, consiste en esto.
Quedan claras dos cosas: La primera, que las ideologías políticas no son más que religiones civiles, de sustitución; perdido el sentido religioso y trascendental de la vida, el hueco debe llenarse con otra cosa, que son estas idolatrías. La segunda, que la mejor manera de acabar con algo es vaciarlo de contenido, desnaturalizarlo. De ahí que, de un tiempo a esta parte, todo se haga sutilmente pero de forma constante, gota a gota, pasito a pasito, para que no se note tanto. Y así es como han ido cocinando no solo a los catalanes, sino al resto de españoles e incluso de occidentales, que padecen desde hace décadas una gigantesca operación de ingeniería social triunfante gracias al aburguesamiento general y a la falta de espíritu crítico.
En el caso concreto de Cataluña, no podemos dejar de citar unas palabras de Enric Prat de la Riba, considerado el padre del nacionalismo catalán, que reflejan a la perfección lo que decimos:
«Una Cataluña libre podría ser uniformista, centralizadora, democrática, absolutista, católica, librepensadora, unitaria, federal, individualista, estatista, autonomista, imperialista, sin dejar de ser catalana».
O sea que, en realidad, les importa un rábano la historia, la tradición y la cultura catalana, que queda reducida simple y llanamente a que sea en catalán, lo que prueba que el nacionalismo no es más que una de esas religiones de sustitución de las que hablábamos, y una de las peores por su efecto social; y su nación, un artificio. No les importa Cataluña. Les importa su «idea» de Cataluña.