Fallecido en 2009, el gran hispanista y demógrafo Pierre Chaunu, profesor emérito de La Sorbona y miembro de la Academia Francesa, denunció frecuentemente el fraude de la ONU a la hora de sobredimensionar la población mundial. En los países del llamado Primer Mundo, manipular los censos es difícil pues son parte imprescindible del sistema de control social y además se cuentan con estrictos recuentos de los registros de nacimientos y defunciones. Pero en los países africanos ya es otro cantar. Chaunu insistía a final del siglo XX que África, tranquilamente, podía tener cien millones de habitantes menos de la población estipulada por la ONU en el cambio del milenio. La causa de este “error” estaría motivada, en parte, por la necesidad de los organismos mundialistas de crear el fantasma de la superpoblación y justificar así la imposición de políticas antinatalistas. Entre los troncos poblacionales de África destaca Nigeria, el país más poblado del continente negro, del que el gran demógrafo francés denunciaba la falsificación sistemática de sus censos.
La importancia de los censos bien hechos es que permiten establecer proyecciones de población realistas, en vez de las estrambóticas exageraciones a las que nos tienen acostumbrados los alarmistas de la superpoblación. De ahí que el caso de Nigeria sea paradigmático, pues el crecimiento de la población en África depende en buena parte de la población real de Nigeria y, sorprendentemente, no está nada claro cuál es su magnitud. Según la ONU, en 2021, la población era exactamente 213.401.323 habitantes. Tanta exactitud es sospechosa cuando, recientemente, el gobierno de Nigeria ha reconocido que no sabe cuántas almas gobierna. Pero por otro lado, ese mismo año, en una conferencia de población celebrada en Nueva York, el Presidente de la Comisión Nacional de Población (CNP), Eze Duruiheoma, estimó que la población actual de Nigeria era de 198 millones de habitantes. La diferencia era de 15 millones. Y según la FAO, en 2023, Esto ya viene siendo habitual en la historia de los censos nigerianos. El censo de la Reference Population Bureau estimaba 122,5 millones en 1991. Ese mismo año un censo independiente cifraba la 88,5 millones, una diferencia de 34 milllones. Con este baile de cifras es imposible realizar proyecciones de población validas. A modo de ejemplo la ONU propone para el 2100 la imposible cifra de 2.265.282.602 (sí, 2.565 millones de nigerianos), cifra más que imposible.
En teoría, en abril de 2024, el país africano tendrá un nuevo censo, elaborado en apenas tres meses, que pretende actualizar el de hace casi una veintena de años. Recordemos que la ONU recomienda revisar los censos cada diez años. En este caso, la urgencia deviene porque nadie sabe en estos momentos cuantos nigerianos existen realmente y el nuevo gobierno precisa de esos datos para prever sus políticas públicas. Desde el primer censo de Nigeria en 1866, de su etapa colonial, hasta el de 1991, son conocidos los defectos estructurales en sus censos: manipulaciones deliberadas, odios étnicos que impiden conteos correctos, interrupciones frecuentes de los datos por la inestabilidad política o la falta de personal cualificado en la administración para llevar a cabo una labor rigurosa. Como botón de muestra sabemos que antes de la independencia en 1960, los británicos fueron acusados por los sureños de inflar el censo de la población del norte (musulmana). En posteriores recuentos, los estados del sur (cristianos), para compensar, incrementaron su población en un 200%, dato harto inverosímil.
Desde finales del milenio pasado, coincidiendo con la conferencia de Población de El Cairo de 1994, los países en vías de desarrollo tienden a falsear sus censos por varios motivos. Uno de ellos, es por las ayudas que reciben de organismo internacionales en función de su población. La ecuación es fácil: cuanta más población (amañada en los censos), más ayudas. Otras causas, que se suman a esta, son la falta de recursos por parte de su administración y las corruptelas que sobrevuelan sobre cualquier proyecto público. La cifra que hemos reseñado más arriba de la ONU para 2021, se basa en una mera extrapolación matemática del censo de 2006 sobre el que recae una sospecha de fraude. Los más graves es que el censo de 2006, totalmente obsoleto y dudoso, es el que se haya estado empleando para proyecciones alarmistas sobre el crecimiento de la población en África. En este censo, se contabilizaron en Kano, estado norteño de Nigeria, 9,4 millones de habitantes. En contraposición, el estado de Lagos -donde se sitúa la capital comercial- de contaban 9 millones. Pero este dato en nada concuerda con un censo que realizó (ilegalmente) en Lagos y en que salía una población de 17,5 millones de personas. ¿Cómo es posible tal diferencia de cifras? La respuesta es relativamente fácil, los escaños parlamentarios se reparten por estados en función de la población, por ello a cada estado le interesa inflar su censo. Por otro lado, los recursos del gobierno se reparten por los estados igualmente por el cómputo poblacional y, claro, la guerra de cifras está servida.
En 2013 el jefe de la Comisión Nacional de Población (NPC), Festus Odimegwu, denunció, antes de dimitir, que ni el censo de 2006 ni ninguno anterior había sido exacto. El correspondiente nigeriano de nuestro Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020 calculaba unos 206 millones de nigerianos, el Banco Mundial por su parte proponía la cifra de 186 millones. Y sólo tres años después, en un crecimiento. Demográfico imposible, proponía la cifra de 224 millones. Por otro lado, existe un proyecto de investigación financiado por Francia, Africapolis, con la intención de calcular la población. Dicho proyecto detectó fallos importantes en el censo de 2006, pues en muchas ciudades se calculaban cientos de miles de habitantes menos de lo que decían las cifras oficiales. El actual censo que se está elaborando tiene un coste aproximado de 400.000 millones de nairas nigerianas, unos 820 millones de euros. Esta cantidad tan abrumadora para un país tan pobre será pasto del saqueo, la corrupción y el fraude. Por tanto, nada se puede esperar de este nuevo censo.
En países desarrollados ya no se hacen censos, de puerta en puerta como antaño, por su coste elevado. España, por ejemplo, se hace una encuesta representativa al 10% de la población y ello permite ahorrar 300 millones de euros. Los datos se ajustan con los registros de nacimientos y defunciones. Pero esto es imposible en un país como Nigeria donde no existen registros de nacimientos y defunciones. El nuevo censo tendría que haber supuesto empezar de cero totalmente. Además, se habrían tenido que contratar miles de vehículos y dispositivos electrónicos con un dinero que de por medio la mitad se habrá esfumado por la corrupción. Y otro inconveniente es que existen amplias zonas del país controladas por rebeldes y grupos yihadistas. Por tanto, los datos del nuevo censo serán, a priori, más que discutibles. Akanni Akinyemi, profesor de Demografía y Estadística en la Universidad de Ife, declaró recientemente la triste realidad: “Tal vez seamos más de 200 millones, tal vez no. No lo sabemos”. De lo que si estamos ciertos es que la nueva cifra del censo de 2024 servirá a los intereses políticos internos y a los propagandísticos de los organismos mundialistas antinatalistas.
Como última reflexión, señalar que, aunque se tuviera un censo en condiciones, toda proyección de población depende de otros datos como son las tasas de fertilidad, la mortalidad infantil o la mortalidad de madres en el parto (que en África aún suelen ser altísimas). Es un error (intencionado) tomar una base de población y establecer una proyección a partir de unas supuestas tasas de natalidad y sin contar con tasas de mortalidad, especialmente la infantil. Sería este un error de principiantes, pero es lo que encontramos normalmente en los informes demográficos de la ONU u organizaciones similares. Estamos ante una descarada mentira disfrazada de científica y con intenciones propagandísticas para justificar medidas de ingeniería social y reducción poblacional a nivel mundial. Y lo que ocurre en Nigeria con los censos, ocurre en buena parte del África subsahariana, la India, y algunos países asiáticos.
Javier Barraycoa
Publicado en Posmodernia