Ayer hice un esfuerzo, e intenté ver la final de Eurovisión.

Fue imposible.

Después de ver la cagada de España, con esa canción de mierda, que produce asco y vergüenza ajena -era la octava-, conseguí resistir hasta la décima, Irlanda, donde unos mamarrachos, vestidos de diablos, con un montaje totalmente satánico, intentaban cantar no sé qué…

Eran las diez de la noche, y no pude resistir más.

Me fui a la cama, y recé unas oraciones, antes de dormir, por España, y este mundo que va de cabeza al abismo.

Y pensé que el grupo español, que creo se llama nebulosa, refleja fielmente la realidad de España: un presente y un futuro sombrío, tétrico, falto de lucidez y claridad, difícil de comprender, acepciones todas ellas de la palabra en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

¿Qué futuro tienen nuestros hijos y nietos en una nación que abjura de sus valores, creencia religiosa mayoritaria, principios, el catolicismo, tradiciones y cultura, que está siendo invadida y okupada por hordas procedentes de África en particular, y del tercer mundo en general, la mayoría sin oficio ni beneficio…?

Nuestros descendientes tienen que salir al extranjero a buscarse la vida y, seguramente, la mayoría de ellos ya no regresarán, con sus carreras, masters, doctorados, y buena formación, mientras España se llena de gente sin ningún arraigo, y en la mayoría de los casos, con un cierto desprecio hacia nuestra Patria, nuestros valores, la igualdad entre hombres y mujeres, por ejemplo,  etc.

Dicen que cada nación tiene el  gobierno que merece, y España no iba a ser una excepción.

El creernos dioses de nosotros mismos, y el centro del  mundo mundial -como Pedro Sánchez y Begoña Gómez-, la búsqueda de la “felicidad”, a cualquier precio, el  hedonismo, toda clase de vicios, etc.,  producen una sociedad amorfa, borreguil, que es fácilmente manejable y manipulable.

Cuando la auténtica felicidad solo la da el cumplimiento estricto del  deber, ni más ni menos.

Y en esas estamos…

Se ha sustituido la búsqueda del  conocimiento, que exige esfuerzo, constancia y meditación, por el consumo excesivo de información, obviamente manipulada, que es imposible asimilar debidamente en nuestro cerebro, sin una buena formación  previa.

En fin, que Dios nos coja confesados, sobre todo a las nuevas generaciones, cuyo futuro es cada día más incierto.

 

Ramiro Grau Morancho

Académico, jurista y escritor

https://www.graueditores.com

Ramiro Grau Morancho