Así nació el movimiento francmasón, a principios del S XVIII

Esta nueva filosofía inglesa, manejada en secreto por la propia monarquía británica, condicionó los principales cambios de la Europa continental, así como de la América hispana, durante los siglos XVIII y XIX.

Tengamos en cuenta que sobre los principios de uno de los últimos filósofos de la Escuela de Salamanca, se había construido el nuevo humanismo europeo, basado, no obstante, en una importante contradicción pues, para Juan de Mariana, el último reducto de defensa del hombre libre ante los abusos del poder era el derecho al regicidio, es decir, si bien la vida es sagrada ya que nuestro espíritu es una emanación de Dios, la libertad es aún más importante, y Mariana sentó cátedra justificando el último reducto de defensa del hombre libre, el derecho al regicidio, es decir, el derecho de eliminar a aquel cuyo poder también era una emanación directa de Dios, exclusivamente cuando el tirano impedía al hombre el uso de su legítima libertad. Mariana, cuando ya casi estaba jubilado, se desplazó a Francia, donde siguió dando clases y donde escribió una parte importante de sus obras, lo que podría explicar que estas ideas dominaran Francia entre el período denominado “des Lumières” y la Revolución francesa, así como, lo que más tarde se llamó “La Terreur”, donde muchos de sus actores principales, aun siendo marianistas sin saberlo, mantenían estrechos lazos con la masonería.

En España, sin embargo, la dialéctica entre católicos tradicionalistas, que reivindicaban la dinastía de los Habsburgo, y católicos humanistas liberales, considerados afrancesados y asociados a los Borbones, produjo violentas tensiones civiles que retrasaron la penetración de la francmasonería.

En Inglaterra, los primeros pasos de esta Orden Secreta fueron lentos, estratégicos. No obstante, todo se aceleró cuando, después de que Inglaterra ejecutara importantes ataques a la zona del Rio de la Plata, España intervino de manera directa en la independencia de las 13 colonias británicas en América, lo que permitió la creación de USA a

partir de la declaración del 4 de julio de 1776 y el inmediato apoyo de España a los sublevados, que concluyó en 1783 con la retirada de Inglaterra de los territorios americanos. Inglaterra no lo perdonó nunca pues, salvo las 13 colonias, que representaban una parte minúscula de América, el resto era territorio de control español, de hecho, los Estados norteamericanos actuales de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo-Méjico, Arizona, Texas, Oregón, Washington, Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma, Luisiana, Floride, Alabama, Mississippi et Alaska eran posesiones españolas que formaban parte del Virreinato de Nueva España, y por estas evidentes razones, poco tardó Inglaterra en estructurar su plan de venganza, que por otro lado, era también un plan de supervivencia, pues necesitaba dar salida a su incipiente revolución industrial.

 

El Plan Maitland

Solo 2 décadas más tarde, se desempolvó un viejo documento elaborado por un autor anónimo en 1711, titulado “propuesta para humillar a España”, que desarrollaba una estrategia para que los británicos ocuparan Buenos Aires y establecieran un control decisivo sobre las rutas comerciales de la América española. Sobre la base de este documento, que coincide extrañamente con el nacimiento de la Francmasonería, nació – en los últimos años del S. XVIII – el plan Maitland, cuyo objetivo era destruir el imperio español, y pronto comprendieron la importancia estratégica de la red de logias masónicas para dar apoyo logístico al objetivo de destrucción. Solo faltaba un hecho o causa desencadenante para lanzar el ataque, y esta apareció con la Revolución Francesa que, vuelvo a recordar, fue inducida por la filosofía des “lumières” y también por los escritos, que ya hemos mencionado, de nuestro representante de la Escuela de Salamanca, cuyo nombre originó el de la Marianne francesa, así como de un puro producto de la Revolución y que a su vez acabó con ella: Napoleón Bonaparte, que inició la invasión de la Península Ibérica en 1808.

Los ingleses, que estaban afinando la estrategia del plan Maitland en esos precisos momentos vieron llegar su oportunidad, y propusieron muy inteligentemente ayudar a los españoles contra el corso Bonaparte, pero con el objetivo oculto de destruir primero la industria española peninsular, en pleno desarrollo de su revolución industrial, y de establecer redes de contactos con militares españoles experimentados en la guerra de independencia, que rechazaban que España acabase dependiendo de Napoleón y de Francia, para convertirlos en sus agentes en la ejecución del Plan Maitland.

Estos militares fueron cooptados por los ingleses e iniciados en la francmasonería, que para ellos fue presentada como una especie de reforma espiritual necesaria para acabar con la negativa influencia – según los ingleses – de los tradicionalistas católicos (algo parecido a lo que está haciendo el movimiento evangelista actualmente en la América hispana y vectorizado por EEUU). Una vez iniciados en los secretos de la masonería, está se convertiría en un sucedáneo espiritual y en su base logística en cada paso o fase de la destrucción del imperio, es decir, de la destrucción de la hispanidad.

(Continuará)

 

José Francisco Rodríguez Queiruga

José Francisco Rodríguez Queiruga