Aunque parezca paradójico lo que digo, Pedro Sánchez no es el Jefe del Estado.

Ni el presidente de la república…, al menos todavía.

Resulta claro  y evidente que Sánchez solo puede dar lecciones de cinismo, de cara dura, de nulo respeto a la separación de poderes, a la Constitución y a todo el ordenamiento jurídico, pero es necesario sacar lecciones del caso.

En el supuesto, claro está, de que algún día podamos librarnos de él, y pase a ser una simple nota a pie de página en la Historia de España.

¡Eso si no consigue destruir antes nuestra Patria!

A vuelapluma,  considero que se deben extraer varias conclusiones del “caso Pedro Sánchez”:

  1. El presidente del gobierno no es un primus inter pares entre los ministros, sino que tiene excesivo poder, que puede ser mal utilizado, y en beneficio propio, como sucede con este individuo.

Habría que limitar sus poderes, para evitar que actúe como un jefe del  estado bis, okupando todas las instituciones que deben vertebrar el sistema,  siendo contrapesos las unas de las otras.

  1. El Jefe del Estado, que es el Rey, debería poder disolver las Cortes, y convocar elecciones generales, cuando la  legislatura esté acabada, paralizada, no haya nada que hacer, etc., como en la actualidad. O se esté destruyendo el entramado constitucional, desde el  propio gobierno, como también sucede.
  2. Los “negocios” de la esposa, o el marido, o pareja de hecho del presidente en cuestión, deberían ser públicos, estar totalmente delimitados, sin que pueda utilizar ningún medio o servidor público para sus actividades privadas, ni prevalecerse del poder que emana de la presidencia. (Como pasa actualmente, añado). Y mucho menos utilizar el Palacio de la Moncloa como  oficina privada.
  3. El Jefe del Estado, actualmente el Rey, debería estar facultado para convocar referéndum nacional sobre asuntos transcendentes, de especial gravedad, que supongan una modificación por debajo de la mesa de la Carta Magna, ,  como está pasando en la actualidad.
  4. El Tribunal Constitucional debería desaparecer, y pasar a ser una Sala del Tribunal Supremo, de forma que el Supremo pase a ser lo que siempre ha sido, y debe seguir siendo, el Tribunal Supremo. (Y, por supuesto, los actuales “magistrados” –más bien vocales, nombrados con criterios políticos, que no técnico jurídicos-, deberían pasar a retiro, o volver a sus destinos y empleos anteriores).

Con estas medidas, y con un Rey que sea capaz de hacer algo por España, y cumplir con sus deberes constitucionales, como Jefe del Estado, creo que podríamos salir adelante, y evitar la destrucción de nuestra Patria, a menos del propio régimen comunista sanchista.

Que así sea.

Al día de hoy, y por desgracia, Sánchez es el Maduro de España.

 

Ramiro Grau Morancho

Académico, jurista y escritor

https://www.graueditores.com

Ramiro Grau Morancho