y son paquistaníes
No me gustan las grandes superficies, y sí el comercio de proximidad, cerca de tu casa, donde acabas conociendo al dueño o dependiente, te aconseja lo mejor, que no siempre es lo más caro, etc.
Procuro evitar los comercios regentados por chinos, rumanos y asimilados, y me decanto más por las tiendas de españoles, pues me ofrecen más confianza, y normalmente, más limpieza.
Es posible que sean más caros, pero con las cosas de comer, no se juega.
Recientemente han abierto, en la acera frente a mi casa, un gran local, llamado “frutería española”, y allí acudí, convencido de que iba a estar regentado por compatriotas…, pero mi gozo en un pozo.
Son paquistaníes, y no sé si han rotulado como “frutería española” para captar clientes, que busquen productos nacionales, porque están en España, o, simplemente, por vender productos de nuestra tierra.
Sea como fuere, lo cierto es que tienen variedad, y buenos precios.
Ahora bien, las condiciones “laborales” de su único empleado, son de juzgado de guardia.
Un chico de 18 años, cumplidos recientemente, que vino siendo menor de edad al Aeropuerto de Barcelona, acompañado por otra persona, no sé si el traficante de seres humanos, el intermediario en ese tráfico, o quien fuere.
Al llegar a Barcelona, parece ser que con visado de turista, pero menor de edad, no acompañado por sus padres o tutores legales, la Policía no le dejaba entrar en España, pero esa persona habló con los policías, y se supone que se responsabilizó de él, y le dejaron entrar.
Todo raro. Muy raro.
¿Este es el “control” de extranjeros que tenemos en los grandes aeropuertos…?
Fueron a Fraga, en la provincia de Huesca, localidad sita a más de cien kilómetros de Zaragoza, y donde dice que residen su padre y un tío, además de su hermano.
Todos los días salen de Fraga, a las tres y media de la mañana, van a Mercazaragoza, el gran mercado de abastos de la capital, cargan su furgoneta de frutas y verduras y los llevan a las dos tiendas que tienen en Zaragoza, cada una de ellas regentada por un hermano.
Y luego, a trabajar todo el día, hasta las nueve y media de la noche, que cierran.
Sin ningún día de descanso a la semana, ni vacaciones, ni festivos, ni nada de nada.
Para ellos todos los días son iguales, trabajar, trabajar y trabajar.
Me dice que llegó a España sin ningún conocimiento de español, pese a lo cual, los policías del aeropuerto, le dejaron entrar.
Y sin contrato de trabajo, ni nada de nada.
Es más, presiento que su situación de ilegalidad debe de seguir siendo la misma.
Lo que no me explico es de donde han sacado el dinero para alquilar dos grandes locales, en calles bastante céntricas, tener una furgoneta, para ir a comprar, trasladarse todos los días a Fraga, etc., pues me dice que en Zaragoza nadie les alquila un piso, posiblemente porque no se fía de ellos.
¿Esta es la España que queremos, con trabajadores que en realidad son esclavos…?
¿Para qué tenemos la Inspección de Trabajo, que ni está ni se la espera?
Hay veces que veo que el pobre no se tiene ni de pie, de agotado que está.
Esta mañana he ido a comprarle un café con leche, bien calentito, y le he invitado.
Lo ha agradecido mucho, y no me extraña… ¡Era lo primero caliente que tomaba en el día!
Se prodigan las inspecciones a los comercios españoles, pero con los montados por extranjeros, parece que hay tabula rasa, y nadie los inspecciona, controla y sanciona.
Se nos llena la boca hablando de los derechos laborales, pero hay grandes bolsas, más bien océanos, de explotación y abuso laboral, y nadie hace nada.
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor