Una vez escuché decir a un profesor: “Una parte del problema que tenemos en el mundo hispano es la semiótica que nuestros enemigos dominan y que además utilizan eficazmente para corroer nuestra autoestima y convertirnos en inocentes víctimas propiciatorias de su juego de tronos”.
En aquella ocasión, no presté demasiada atención a sus palabras, pero todo cambió cuando un amigo hispano, que fue solicitado para expresarse en su idioma en una reunión celebrada en Francia, dijo con un cierto orgullo “Como latino, hoy os hablaré en castellano latinoamericano”.
¿Qué habéis observado en esta pequeña frase?
Yo pensé que como hispanoamericano me hubiese expresado con otros términos, como por ejemplo “Como hispano, hoy os hablaré en español”. De repente se hizo obvio que las palabras España, hispano o español debían tener, para mi amigo, un contenido semiótico negativo que él mismo ignoraba.
¿Por qué eludió las palabras hispano y español y las cambió por latino y castellano latinoamericano?
¿Qué conceptos negativos están inconscientemente asociados a la palabra España, hasta el punto de provocar su eliminación del vocabulario?
Este fenómeno genera una gran usura en la autoestima de un pueblo o de una nación y socaba su identidad. El punto final de este proceso de autodestrucción puede acabar con la completa y absoluta sumisión del mundo hispano a sus opuestos de la anglo esfera. Por lo tanto, lo que parecía una simple anécdota en el uso del idioma, es la manifestación larvada de una guerra llevada a cabo en la sombra con armas no convencionales pero que inteligentemente utilizadas son capaces de destruir la psique y la identidad de un pueblo. Una de estas armas es la semiótica, entendida esta como el estudio de los signos, símbolos y sistemas de significación que son utilizados para comunicar mensajes con una intención política, socioeconómica, filosófica o emocional.
Para comprender mejor este camino, que nos lleva hacia el suicidio económico, cultural y espiritual de los pueblos hispanos, recordemos como después de los procesos de secesión de los virreinatos de las Españas, también mal llamados procesos de independencia de las colonias americanas (el uso de estas expresiones no es inocente pues independizarse de un sistema colonial es como liberarse de la opresión injusta de un pueblo por otro, mientras que seccionar un Reino, un Estado, es dividirlo, balcanizarlo, hacerlo más pobre y dependiente), las nuevas élites de las recién nacidas repúblicas, empobrecidas y endeudadas con Inglaterra, buscaron legitimarse en el poder acusando a los españoles de ser un grupo de bandoleros, violadores y genocidas que solo se dedicaron a matar, robar, espoliar y hacer desaparecer de la manera más cruel posible a los indígenas americanos, tanto físicamente como culturalmente; indígenas que, según ellos, antes de la llegada de los españoles, vivían en un auténtico paraíso de paz, cultura y bienestar, solo roto por los salvajes españoles, lo que explica la necesidad de transformar secesión en proceso de independencia y virreinatos en colonias. No obstante, conscientes de que el recuerdo del bienestar social y económico de los virreinatos afloraría tarde o temprano, debían ocultar, a través de la manipulación de la educación, 3 siglos de prosperidad, creando la oposición conceptual entre idílicas sociedades precolombinas y las salvajes y miserables sociedades hispánicas, vinculando éstas a miseria, enfermedad, muerte, opresión y catolicismo.
Para compensar el traumatismo y el complejo generado entre las nuevas generaciones, surgió un nuevo término, el “latinoamericano”, introducido por los franceses en la segunda mitad del S XIX, aunque con un éxito mitigado hasta que en el S XX alcanzó su apogeo. El proceso fue lento, pero como se puede observar, ya nos habíamos convertido en latinos hablando el castellano latinoamericano, habíamos renunciado a nuestra hispanidad, aunque, paradójicamente, todavía éramos pobres y católicos. La semiótica había ganado una batalla más, pero no la guerra.
¿Cómo ocultar esta realidad?
No era necesario ocultarla, solo había que cambiarla, es decir, bastaba con asociar el grupo fonético y conceptual: hispanidad, pobreza y catolicismo, como una unidad opuesta al grupo: anglo esfera, riqueza y protestantismo, y este último grupo hacerlo representar por la lengua inglesa, como exponente de éxito económico y social, frente a la lengua española asociada a catolicismo, corrupción y pobreza.
El enemigo había afinado su estrategia, sus armas estaban, y están, preparadas, pero algo no les estaba funcionando bien, y es que no habían contado con un factor clave en un plan a largo plazo: la demografía.
El mundo hispano-católico había demostrado una gran vitalidad demográfica que, además, fomentó el fenómeno migratorio hacia la anglo esfera rica, dicho de otra manera, hacia EEUU, donde debido al fenómeno migratorio el hispanohablante ya representa hoy más del 20% de la población y puede que más de 50% en 3 generaciones (en NY son los 2/3 de la población), es decir, que la estrategia de toma de control del subcontinente hispano llevado a cabo por la anglo esfera para acabar con la identidad hispana a través de la financiación de movimientos evangelistas que patrocinan la enseñanza del inglés conjuntamente con un retorno a las lenguas originarias tribales, está sufriendo un importante retraso, pues el peso político creciente de los emigrantes hispanos en EEUU, altera la percepción negativa de lo hispano.
A esta circunstancia, podría añadírsele otro factor no menos importante, un potencial resurgir de la “madre patria”, si ésta consigue deshacerse de la leyenda negra interna y dar a todo el mundo hispano la pauta de una regeneración.
¿Qué lo impediría?
La batalla interna en la España europea, está en su momento álgido pues, igual que en América las élites secesionistas se legitimaron ensalzando los períodos precolombinos, ensuciando los primeros momentos de la “conquista” y creando un velo opaco sobre 300 años de progreso, negando su realidad en los púlpitos universitarios, en la Hispania europea los movimientos liberales y socialdemócratas de la transición, para legitimarse y perpetuarse en el poder, mitificaron las bonanzas del período republicano, ocultando sus desmanes, y asociaron al régimen franquista con las desgracias y miserias de la guerra y la postguerra, tildándolo de salvaje, cruel y genocida, pero ocultando, así como, prohibiendo recordar (ley de memoria democrática) el importante, y único en el mundo, período de progreso que se inició en la segunda mitad de los años 50 y que situó a España entre las primeras potencias del mundo. La ocultación de esta realidad les permite presentarse como campeones de la democracia, para lo cual, han adoptado la semiótica de los anglos sin querer percatarse de que la anglo esfera tiene como objetivo prioritario controlar la “madre patria”, balcanizarla, destruir su unidad y su identidad, atacando el idioma español e impidiendo que el pueblo conozca la verdad del período político precedente. De nuevo la semiótica entra en acción y al que se aleja de la línea de pensamiento oficial le tildan insistentemente de facha, de españolista, de franquista y de antidemócrata, creando un sesgo lingüístico peligroso.
El paralelismo de la situación española con la de la américa española es flagrante, todo lo que en esta circunstancia subyace determina nuestro lenguaje y el espíritu positivo, o negativo, que este transmite.
La hispanidad tiene futuro
Nuestro trabajo es conseguir que llegue el día en que esto que le pasó a mi amigo hispano, no vuelva a suceder, y para ello debemos vincular, con un buen uso de la semiótica, la identidad hispánica a todos los aportes positivos que nuestra cultura tuvo en la historia del mundo, tanto económicos, como científicos, como filosóficos y reconstruir la verdad que nos conduzca a la victoria.
‘Soy hispano y os hablo en español’
José Francisco Rodríguez Queiruga
Presidente de la «Chambre de Commerce Latino-Américaine» en Francia
Antiguo Secretario General de la Federación Europea de Cámaras de Comercio Españolas en el Exterior