Los españoles estamos aceptando con paciencia y resignación (yo diría estupidez y cobardía) el maltrato generalizado, en todos los ámbitos, y una progresiva pérdida de nuestros derechos como ciudadanos y contribuyentes, que mantenemos todo el tinglado.
Los mismos que están llamados a atendernos, porque viven de nosotros, los empleados públicos, con la cita previa, la atención telefónica (que en realidad es desatención telefónica), etc., nos tratan, literalmente a patadas.
Y el sector privado no les va a la zaga, es más, pretenden superarles, y muchas veces lo consiguen.
Hoy voy a hablar de la banca, el quinto jinete del Apocalipsis.
Es cierto que gracias a las hipotecas, millones de españoles han podido acceder, hemos podido hacerlo, a tener una vivienda digna.
Pero también es verdad que los clientes o usuarios bancarios que podríamos llamar tradicionales, o, si se prefiere, entrados en años, empezamos a ser más un estorbo que otra cosa, y así nos lo hacen sentir, cada vez que tenemos que hacer alguna gestión bancaria.
Desde la cita previa, que algunos bancos también tienen, o el trato despectivo, cuando decimos que no queremos tener una cuenta on line, y preferimos relacionarnos como toda la vida, acudiendo al banco.
Parece que les molesta, y nos tratan como a clientes de segunda, y digo de segunda por no decir de tercera.
Vamos, como a lelos, que es lo que deben de pensar que somos.
Yo les digo que si nosotros estorbamos (al fin y al cabo solo quieren nuestro dinero), ellos también acaban sobrando como forma de reducir costes, cerrando sucursales y oficinas abiertas al público, y aumentando sus ganancias, que la banca nunca pierde.
Ante cualquier fraude o estafa informática, y en la red se producen el 80% de los delitos actuales, el banco se lava las manos, como Pilatos, y pasa de todo.
Llevo medio siglo siendo cliente de un banco, procedente de una caja de ahorros, y vi hace poco que ofertaba un producto interesante.
Acudí a la sucursal, pero allí me dijeron ¡que sólo era para nuevos clientes!, como si llevar 50 años de cliente fuera más una molestia que otra cosa.
Harto del maltrato (y el que no se haya sentido así alguna vez, que levante la mano), fui a un banco mediano, más bien pequeño, que ofrecía unas buenas condiciones, para nuevos clientes.
Contraté una operación, con vencimiento fijo, y al pretender renovarla, me dijeron que era imposible, pues ¡ya era cliente!, y esas buenas condiciones solo eran para captar nuevos clientes…, pero no para mantenerlos en la entidad, por lo visto.
Obviamente, procedí a cerrar la cuenta.
Abundan los bancos sin caja ni dinero (vid. mi artículo anterior sobre el asunto), lo que hace que acudir a una de esas sucursales sea el equivalente a ir a una cafetería que no tiene café o intentar almorzar en un restaurante donde no hay comida.
La cuadratura del círculo.
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor