Esta mañana, al salir a la calle e ir a tomar café a la cafetería que acostumbro, he visto una gran cantidad de cagadas de perro en la acera, que casi me han impedido llegar a la puerta del local, con los zapatos limpios.
Y me he acordado, no de los perros, sino de los guarros que los sacan a cagar a las calles, y no recogen después sus deposiciones…
En ocasiones he visto a alguno de esos individuos, como actúan; miran a un lado y otro, y si piensan que nadie les ve, se marchan tan felices, como un niño travieso, viendo que no le han cogido en un renuncio.
Pero no son niños; son cerdos, algunos de edades avanzadas, y muchas mujeres, y no digo señoras, para no ofender a las verdaderas señoras.
Vivimos, desde hace décadas, en una avenida de Zaragoza… Pues bien, o más bien pues mal, tenemos una vecina del número precedente, vestida como una princesa rusa en el exilio, o gran duquesa, al menos, que todas las mañanas saca a su perro a la calle, debidamente abrigado para el frio, como si de un niño cualquiera se tratara, y lo primero que hace es acercarle a nuestro portal, donde, como el que no quiere la cosa, deja que orine, cargándose de paso el mármol de la fachada.
¡Seguro que está convencida de que es una “gran señora”!
Voto a bríos, pero el día que esté cerca de la individua, le voy a dar una patada al perro, que va a salir volando.
Pero la culpa no es del perro, sino de la guarra.
A todo esto, y aunque la alcaldesa pepera proclama ufana que ¡ya tenemos más de mil policías locales en Zaragoza!, hace años que no veo a ninguno andando por las calles, y previniendo este tipo de conductas incívicas, que tanto dañan la convivencia, así como los bienes públicos, pues si empiezan a orinar en una farola, por ejemplo, pasado un tiempo hay que cambiarla, pues la orina es corrosiva, y la acaba estropeando.
Y esa limpieza de las calles, y elementos comunes, las pagamos los no animalistas, pues ellos, con su ecologismo barato, propio de urbanitas, que nunca han vivido en un pueblo, ni convivido con animales, quieren tanto a sus bestias…, que desprecian a las personas.
Estoy cansado de andar sobre cagadas, pues en mi pueblo natal, la calle mayor es cabañera, y por lo tanto por allí pueden transitar los rebaños de ovejas, pero lo que no pensaba en que en una ciudad como Zaragoza, hubiera más mierda en las calles que en mi pueblo natal, Laguarres, en el Altoaragón.
¿Será el progreso, o más bien el retroceso…?
Vivimos en una sociedad enferma, corrupta y decadente, donde los animales tienen más “derechos” que las personas.
Se aborta a los niños no nacidos, en el vientre de sus madres, asesinándoles, pero se adoptan animales.
¡Seguro que ellos nos pagarán las pensiones, en esta España que es un inmenso geriátrico, con sus cotizaciones a la mutualidad especial de perros vividores!
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor