Hace unos días, la Unión Europea demostró una vez más que toma al conjunto de los europeos por idiotas —y en buena medida con razón— recomendando que tengamos un kit de supervivencia para sobrevivir durante, al menos, 72 horas, porque los rusos son muy malos y nos quieren invadir. En fin, como si fuésemos gilipollas. Pero bueno, piensen que hablamos de gente que cree que va a salvar el planeta de un supuesto cataclismo climático enganchando el tapón a los envases de plástico. Paciencia, oigan.

Vamos a considerar que, quizá, haya algún tonto en grado sumo que crea que, efectivamente, las hordas de Putin, kalashnikov y botella de vodka en mano, nos van a invadir. Que puede haberlo, eh; que hay gente que no se puede levantar por las mañanas porque el apocalipsis climático les tiene acojonados. Ecoansiedad, lo llaman. Bien, cualquier argumento racional es inútil ante estos elementos. Como es inútil ante los periodistas lacayos de la infame Unión Europea. Como lo es ante los políticos progres, ya sean de izquierdas o de derechas. Ni los primeros ni los segundos tienen el menor interés en la verdad. Lo único que quieren es que vivamos con miedo. ¡Que se acaba el mundo! ¡Que hace calor! ¡Que hace frío! ¡Que no llueve! ¡Que llueve! ¡No salgan de sus casas, que los virus les acechan! ¡No coman carne roja! ¡Las vacas se tiran pedos! ¡Las ciudades costeras se van a inundar! ¡No vayan a trabajar en coche! Y así, entre farol y farol, hacen con nosotros lo que les da la gana. Lo próximo será, si les dejamos, el euro digital, o sea, controlar exhaustivamente en qué gastamos, catalogarnos en función de eso —entre otras cosas— de buenos o malos ciudadanos y, si hace falta, dejarnos más tiesos que la mojama.

He ahí unos pescadores que supieron identificar al enemigo

Desengáñense. Su supervivencia, estimado lector, la de su familia, la de sus amigos, la de su barrio, la de su país, no pasa por un estúpido kit para las catástrofes. Nuestra supervivencia pasa por apagar la tele, por dejar de consumir medios generalistas —que no son más que la correa de transmisión de la plutocracia progre bruselense—, por arrancar el maldito tapón de la botella, por boicotear el coche eléctrico, por entender que ya estamos invadidos —y no por los rusos, precisamente—, por rechazar toda la monserga ideológica progre, por el dinero en efectivo, por comer carne de verdad. Nuestra supervivencia pasa por tener hijos. Por leer y pensar críticamente. Por forjar comunidades. Pasa por el dinero en efectivo. Pasa por rezar. Por saber quiénes somos, de dónde venimos. Pasa por saber quién es, realmente, el enemigo.

No es la primera vez que utilizamos aquí esta cita, pero es igual, porque es verdad:

«El que no ve la verdad / a la hoya se encamina. / La primera medicina / es saber la enfermedad…».

Ursula Von der Leyen. Por donde pasa permanece el olor a azufre

Despertad de una vez, joder. No son rusos los que violan a vuestras hijas, ni los que van dando machetazos, ni los que os roban, ni los que os ocupan la casa, ni los que os apuñalan o atropellan. No son rusos los que destruyen nuestros pantanos, ni las sanguijuelas que nos fríen a impuestos, ni los políticos corruptos. Tampoco los que arrancan nuestros olivares, los que nos prohíben pescar ni los que nos dicen la leche que podemos producir.

No son rusos los que nos han llevado a dónde estamos. El enemigo está en casa. Sólo hay que abrir los ojos.

 

Lo Rondinaire

 

Lo Rondinaire