De Miguel Ángel Revilla podría decir muchas cosas…, y ninguna buena.
A Dios gracias, residí en Santander, como Educador del Colegio Menor Modesto Tapia, propiedad de la Caja de Ahorros de Santander y Provincia, y conocí de primera mano sus pinitos, y los de otros muchos, por dejar de ser fachas recalcitrantes…, ¡y convertirse en demócratas, de toda la vida!.
Posteriormente he seguido visitando Cantabria, aunque menos de lo que me gustaría, para asistir a los cursos de verano del Palacio de la Magdalena, e impartir numerosas conferencias en la Escuela Universitaria de Graduados Sociales de Torrelavega. (Aprovecho para recordar y homenajear a don Manuel González Alonso, el alma de la escuela, por desgracia ya fallecido). ¡Y cuya familia sigue esperando el homenaje que, sin duda, merece, pues hizo de Torrelavega una ciudad universitaria, con una proyección nacional e internacional!
Quiero decir con esto que ando muy al día de las historias de Cantabria, y si alguna duda tengo, las despejan los informes del Tribunal de Cuentas, poniendo de vuelta y medio la ¿gestión? de Revilla, actuando siempre como tonto útil de la PSOE, y fraccionando cientos o miles de contratos, como contratos de obra menor, de forma que se pudieran adjudicar a dedo…
Por no hablar de las querellas que le ha interpuesto Manos Limpias, y a las que también he accedido, relacionadas con su afición a regalar cajas de anchoas a todo el mundo…, pero siempre procedentes de los mismos proveedores, todos ellos del Partido Regionalista de Cantabria, PRC, la partida (no es un error) que preside.
Esas querellas se han estrellado ante el muro del pasotismo y la indiferencia de la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Cantabria, y no me extraña, vista la forma de proveer las plazas de magistrados de esas Salas, que repugna a cualquier jurista con vocación de Justicia, y la cabeza en su sitio.
En “El Cierre Digital”, y perdón por la publicidad gratuita, pero la merecen, aparecen numerosos artículos, jamás desmentidos, y menos demandados o querellados, sobre las andanzas de Revilla, y como su verdadero negocio -entre otros-, es la venta de esos bodrios que llama libros, y que supongo alguien le escribirá, aunque es posible que sea el mismo, ya que son realmente infumables.
En una ocasión, estaba en un Vips en Madrid, haciendo tiempo, pues había quedado con una personalidad importante, que me iba a recibir en audiencia, vi una gran exposición de sus libros, digo de sus tochos, y como no tenía nada que hacer, los ojee someramente.
Y, la verdad, me dieron ganas de vomitar, pues este individuo se cree el ombligo del mundo, que debe de pensar que empezó cuando él nació, y se acabará cuando fallezca.
Hace falta ser miserable, muy miserable, para arremeter contra don Juan Carlos I, que siempre le brindó su amistad y afecto.
Más en los últimos años de su vida, y con un estado de salud bastante quebrado.
Lo acojonante es que, una vez promovido el Acto de Conciliación contra él, no se le ocurre otra cosa que convocar una rueda de prensa, en tono lacrimógeno, haciéndose el mártir…
¡Y, por supuesto, aprovechando para poner encima de la mesa, o tener en sus manos, para hacer publicidad, su último libro!
El negocio es el negocio, debe de pensar.
Pero este tipo, ¿no será catalán…?
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor