El 47 es el título de la película que, junto a La infiltrada, ha vencido en los Goya de 2025. Trata sobre la emigración masiva, principalmente rural y sureña, a la industrializada Cataluña en los años de la posguerra. No sé si es buena o mala pues no la he visto porque el cine, salvo excepciones, me aburre. Pocas cosas soporto más allá de los westernsPero lo que sí he leído ha sido algún artículo en el que se aprovechaba la película para cargar contra el régimen franquista por la represión a los emigrantes y las devoluciones forzosas a sus lugares de origen.

Muy interesante, sin duda, es este nuevo crimen franquista que viene a sustituir el crimen clásico del genocidio catalán taimadamente pergeñado por el régimen para diluir la identidad colectiva de Cataluña —y, por supuesto, del País Vasco— mediante el envío de cientos de miles de personas de otras partes de España. Su importancia nunca podrá ser suficientemente subrayada ya que se trata de uno de los mitos esenciales del evangelio separatista, grabado a fuego en el corazón de millones de vascos y catalanes.

La ola emigratoria, sin embargo, fue general en una Europa posbélica caracterizada por la emigración desde el campo hacia las ciudades y desde los países menos industrializados, sobre todo los del sur, hacia las fábricas de la Europa septentrional. Cataluña y el País Vasco no fueron las únicas zonas receptoras, como lo demuestran varios países europeos que recibieron cientos de miles de emigrantes españoles y un Madrid en el que es difícil encontrar madrileños cuyos cuatro abuelos sean madrileños. Además, no hay que olvidar que también emigraron muchos catalanes de las comarcas interiores hacia la industria barcelonesa. La provincia de Lérida, por ejemplo, perdió población por este motivo en aquellos años de baby boom. Si la tesis genocida fuese cierta, ¿habrá que deducir que Franco tuvo la intención de diluir el sentimiento nacional madrileño, francés, suizo y alemán? ¿Y de desarraigar a los payeses para barcelonizarlos?

En 1964 Francisco Candel publicó Els altres catalans, gran clásico sobre la emigración a Cataluña. Candel era un emigrante de ancestros aragoneses y valencianos, ferviente antifranquista, militante del PSUC y senador en 1977 por la coalición Entesa dels Catalans, que agrupó a los socialistas del PSOE, los comunistas del PSUC y los separatistas de ERC. Sobre la despoblación de las comarcas interiores de Cataluña y la subsiguiente desaparición de la payesía, anotó Candel el siguiente lamento:

«Por si fuera poco, los payeses, los más genuinos catalanes, fueron desapareciendo –ya casi han desaparecido todos– arrollados por la creciente y rugiente ola industrial que todo lo absorbe, no sabemos si bien o mal indemnizados. (Qué interesante estudio o disquisición sobre estos naturales y ambiciosos contrasentidos. Una ola industrial catalana barriendo una payesía también catalana y arrastrando tras sí una mano de obra forastera a la cual desprecian pero que ellos han hecho imprescindible)».

Sobre el supuesto plan de descatalanización de Cataluña, Candel se hizo eco de rumores como el de que el régimen pagaba el billete a los emigrantes para que fueran a Cataluña, aunque resumió su escepticismo con que “yo sólo puedo asegurar que ellos, los que venían, los que llegaban, nada de eso elucubraban. Venían porque les hacía falta, por nada más”. Pero de lo que sí fue testigo fue exactamente de lo contrario: el intento gubernamental de impedir un trasvase de población que provocaba chabolismo, hacinamiento, enfermedades, desorden… y comunismo. Por eso se intentó detener a los que llegaban sin puesto de trabajo ni residencia para devolverles a sus tierras.

Otro emigrante, el también izquierdista Francisco Montes Marmolejo, publicó en 1980 sus Memorias andaluzas. He aquí su versión:

«Se tomaron medidas al respecto, a fin de parar aquel éxodo interminable que amenazaba con colapsar la ciudad. Se dictaron órdenes tajantes contra los que llegaban a Cataluña, principalmente a Barcelona y provincia, para que una vez en ella fueran devueltos a sus lugares de origen. Se pusieron vigilancias en los distintos apeaderos y en la terminal, y todo aquel que no llevase consigo un contrato de trabajo, o certificado de residencia, era llevado a Montjuich para devolverlo nuevamente hacia lo que habían abandonado con la esperanza de mejorar».

El encargado de organizar el denominado Servicio de Evacuación para devolver a los recién llegados fue el gobernador civil de Barcelona, Felipe Acedo. Así recogió La Vanguardia del 27 de marzo de 1954 sus declaraciones sobre dicha cuestión:

«Comenzó diciéndonos el señor Acedo que había tratado con diversas autoridades de vigorizar y dar mayor extensión al servicio de evacuación que tanta eficacia viene rindiendo, con el objeto de contener, en la mayor medida posible, la inmigración continua que existe en una parte de esta provincia con notorio daño para la ciudad de Barcelona, que ve agravados así sus problemas sin beneficio para los mismos que los promueven. Tal inmigración supone mendicidad, hacinamientos miserables e inmorales, delincuencia, contratación obrera fraudulenta y especuladora; en definitiva, traslado de masa campesina a la gran urbe en forma poco apta para su debida y humana absorción».

Podríamos seguir llenando muchas páginas con datos como éstos (para los interesados, escribí largo y tendido sobre ello en Negocio y traición, Ed. Encuentro). Pero da igual. Cualquier argumento sobra. Si el régimen franquista promovió la emigración para acabar con Cataluña, malo. Y si la impidió, peor. He aquí la prueba de que una cosa y su contraria son igualmente eficaces para la propaganda izquierdo-separatista que envenena España desde hace medio siglo.

 

Jesús Laínz

Jesús Laínz