De la francmasoneria inglesa a Napoleón (I)

Causas de la caída del imperio español y origen de la agónica desintegración de la identidad hispánica

 

¿Por qué Napoleón hubiera querido jugársela, como así hizo, por un pobre país pobre y atrasado, que además le hizo sufrir su primera gran derrota?

Desde luego, si España fuese lo que muchos dicen que era, nadie hubiera querido venir a jugársela y a perder su vida y prestigio en España. Esta contradicción es difícil de explicar, y como las motivaciones parecen no poder encontrar una justificación consistente que explique los belicosos actos franceses, recordemos algunos datos objetivos que pueden ayudarnos a comprender:

Entre 1790 y 1810, El país supuestamente civilizado (Francia), vive en su interior una revolución que en tan solo 10 meses ejecuta 40.000 personas (la famosa Inquisición española había dictado poco más de 2.500 sentencias de muerte en 300 años), y una vez estabilizada la revolución, surge un dictador militar que asola Europa y parte del Norte de África provocando cientos de miles de muertes, además de reinstaurar la esclavitud en Haití.

Mientras el país supuestamente civilizado que era Francia hacía tan loable campaña de civilización basada en la dominación y la muerte, nuestro pobre y atrasado país (España) salvaba cientos de miles de vidas (expedición contra la Viruela) y protegía las poblaciones civiles de su imperio de los múltiples ataques de los piratas ingleses y holandeses, preocupándose por garantizar un buen nivel de vida, de salud y de alimentación en sus territorios.

 

Si aún tiene dudas, basta con leer el informe elaborado por el Barón Humboldt sobre el nivel de vida de los españoles de América, 5 veces superior, en valores constantes, al nivel actual, y superior al nivel de la mayor parte de las poblaciones europeas y norteamericanas de la época.

Dicho esto, y ante la evidencia de que España era el país más rico de Europa y del Mundo, en aquella época, ya podemos responder a esta pregunta ¿por qué tanto interés por España?

Sencillamente porque España, con sus territorios de ultramar, tenía millones de km², su superficie, no solo era superior a la de cualquier otro país, sino que además había en su subsuelo todo tipo de minerales y la producción agropecuaria era superior a la del resto del mundo, a lo que se añadía que, en tan vasto territorio, sus poblaciones vivían en paz y con el mejor nivel de vida y de protección jurídica del planeta (ordenanza instaurando la jornada laboral de 8 horas en 1593).

Entre 1550 y 1808, Europa no había conocido un solo momento de paz, mientras que la España americana y el lago español (Océano Pacífico), eran un gran espacio de paz y de progreso, cuyas costas eran, no obstante, atacadas a menudo por corsarios ingleses y holandeses, y de vez en cuando por franceses.

Todos – aunque no lo dijesen y hablasen de España como de un país pobre que nada había aportado a la historia de la humanidad – conocían su riqueza y todos querían participar en lo que ellos consideraban un gran festín.

Los franceses quisieron quedarse con Nueva España (México), después de que la invasión de la península hubiera dejado exhausto y sin medios para defenderse al país ibérico.

Los ingleses se aprovecharon de la situación y lanzaron múltiples campañas utilizando su naciente, pero ya potente red masónica, y manipulando reputados militares españoles que habían luchado contra Napoleón para crear sucesivas guerras civiles de secesión en los territorios hispanoamericanos y romper España desde el interior. Y lo consiguieron, es decir, provocaron guerras intestinas donde nunca las había habido, robaron, controlaron el comercio e hicieron de usureros, hasta que no quedase nada de la España rica y unida forjada durante 300 años ni de su avanzado sistema jurídico, para así explotar impunemente sus recursos.

Todos nuestros vecinos y enemigos europeos, viéndonos moribundos, saltaron sobre los territorios americanos como hienas, algunos con mejor suerte que otros. Sin embargo, sabían que más tarde, sería necesario justificar sus actos y, para ello, nada mejor que atacar moral y sistemáticamente a España, tratándola como país atrasado, cavernícola, venal, sin honor, genocida, repleto de filibusteros y violadores, sin ciencia y sin haber aportado nada a la construcción del mundo moderno (todos sabemos que exterminar a una alimaña que se considera peligrosa e inútil es fácilmente justificable).

 

Estos ataques repetitivos pretendían hacer olvidar al mundo las aportaciones de la Escuela de Salamanca, la ciencia de navegación española, sus tratados de medicina y farmacopea, sus trabajos sobre la ciencia económica, como los análisis de la inflación de Azpilicueta a finales del S. XVI o los de la propiedad y leyes de Oferta y Demanda de Juan de Mariana, sus estudios sobre urbanismo e integración social de culturas diferentes, sus reformas jurídicas revolucionarias en la época (la jornada laboral de 8 horas en 1593), ser los primeros en aceptar mujeres como catedráticas de universidad (Medrano) o negros y mulatos, como Juan el Latino, profesor en la universidad de Granada, hasta que los españoles acabasen creyéndoselo también.

Pocos españoles saben que el calendario gregoriano fue elaborado por un equipo dirigido por Fray Luís de León, el de “Como decíamos ayer”, después de dos años de ausencia en la universidad, como también ignoran que, entre las estatuas de reyes de España situadas en el Palacio Real, se encuentra la de Moctezuma, uno de cuyos descendientes, Grande de España, es el fundador de la Guardia Civil.

De hecho, el art. 1 de la Constitución Española de 1812 habla de “españoles de ambos hemisferios”, en igualdad y fraternidad desde 1492, siguiendo las indicaciones en vida de Isabel I y su testamento, hecho carne en las Leyes de Burgos de 1512, y posteriormente tras la Controversia de Valladolid en 1542/43. En 1555, con el derecho de Gentes, aparecen verdaderos Derechos Humanos y derechos sociales modernos como la Ordenanza de 1593 instaurando las 8 horas de jornada laboral, casi 270 años antes de la declaración de Ginebra, mientras que, por ejemplo, la Constitución francesa dejaba fuera expresamente a la Francia no continental, esto es, sus colonias.

Recordemos, también, que España fundaba una ciudad cada 7 días, hospitales, carreteras y Universidades, antes que otros países en Europa. Ahí está la lista de la UNESCO de Patrimonio dejado en América mientras América fue España.

La primera Universidad de Asia se abrió en Manila (Filipinas, así llamada en honor de Felipe II de España), por ejemplo. Y si lo señalo es porque los países verdaderamente coloniales no suelen molestarse en crear universidades, escuelas, carreteras y hospitales en las colonias que explotan.

Otro hecho que merece la pena ser recordado, es la importancia del Real de a 8 (moneda española), rico en plata y acuñado en Nueva España, pues fue la primera moneda internacional de nivel mundial, lo que se explica por haber sido España la autora de la 1ª Globalización. Asimismo, el Real de a 8 estuvo en circulación hasta el XX, dando origen al dólar.

Así pues, cuando se oye decir que José Bonaparte, no obstante todo lo que hemos estudiado, traía un proyecto de progreso y crecimiento para nuestro país, y que fue un rey que vino con muy buenas intenciones, pero que fue rechazado por venir impuesto de manera coercitiva y, sobre todo, por la ceguera que provoca el orgullo pasional del carácter español, estamos dando la razón a nuestro enemigo, y lo que es peor aún, hacemos creer a muchas personas que en el rechazo español a Pepe Botella se encuentran motivos suficientes para ver a España como un país de locos. Imagen de la que es difícil deshacerse.

Además, muchos de nuestros “intelectuales” pecan de inocentes, lo que hace que después de dos siglos de constante repetición de nuestros supuestos defectos, hayan acabado por aceptar que esta definición del carácter español es una realidad que nos dibuja como personas sin raciocinio y sin un mínimo de humildad positiva, evidenciando de esta manera nuestra incapacidad para desarrollar la ciencia y para ser un espacio de “lumières” como así “han pretendido demostrar” nuestros vecinos galos.

Y esto es lo que muchos creen, a pesar de que nuestra historia – como ya hemos visto – demuestre lo contrario, y quizás por eso haya un movimiento internacional muy extendido en Hispanoamérica que quiere borrar de la historia del mundo el término “Hispanidad” e Hispanoamericano, substituyéndolos por “Latino” y “Latinoamericano”, que con insistencia han conseguido imponer los franceses en toda Hispanoamérica.

Continuará

 

José Francisco Rodriguez Queiruga

Economista, jurista y presidente de la Cámara de Comercio Latinoamericana en Francia

Ex secretario general de la Federación Europea de Cámaras de Comercio Españolas

José Francisco Rodríguez Queiruga