Hemos asistido, en el marco incomparable de la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona, a la Santa Misa de beatificación de Cayetano Clausellas Ballvé, sacerdote diocesano, y Antonio Tort Reixachs, seglar. Ambos fueron mártires de la persecución religiosa desencadenada en 1936. El primero fue conocido como el «Padre de los pobres». Ejercía entre otras funciones como capellán del Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en Sabadell, una fundación del Dr. Sardá y Salvany en su propia casa solariega, al que sucedió tras su muerte. El Obispo, también mártir, Mons. Irurita, una vez visitó el Asilo, y en una libreta en que anotaba la impresión que le causaban los sacerdotes, escribió de él: “es un verdadero predestinado”. Cuando se inició la persecución religiosa no quiso abandonas a sus ancianos y quitándose la sotana estuvo en el Asilo como uno de ellos. Fue descubierto cuando al caerse un anciano lo cuidó con tanto cariño que una de las enfermeras revolucionarias, a las que se les había encargado la institución, gritó: “¡Es un cura! ¡Eso sólo puede hacerlo un cura!”. En la vigilia de la Asunción, fue recogido por un “coche fantasma” y ejecutado al borde de una carretera, donde un monolito actualmente aún recuerda su martirio.

 

Beato Cayetano Clausellas, «Padre de los pobres»

 

El segundo beatificado, Antonio Tort Reixachs había nacido en la población de Monistrol, a los pies de Montserrat. Padre de familia numerosa de once hijos, fue católico destacado por su compromiso apostólico y fidelidad a la Iglesia, además de conocido militante tradicionalista. De profesión era joyero y trabajó para elaborar preciosos objetos litúrgicos. Como tantos carlistas de su época, era adorador nocturno y miembro del Cuerpo de Portantes (los portadores del Santo Cristo en Semana Santa). También era benefactor principal de la Pía Unión de San Miguel Arcángel. A través de ella mantenía económicamente a un maestro que enseñaba en una barriada de pobres o distribuía limosnas a los pobres. Igualmente, cada domingo, tras la Santa Misa, acudía a afeitar y cuidar a enfermos tuberculosos y por las tardes se entregaba a enseñar el catecismo. Cuando estalló el Alzamiento estaba en Monistrol. En vez de quedarse a resguardo decidió marchar andando a Barcelona (casi 50 kilómetros) para ayudar, pues se temía la persecución que se venía encima.

 

Antonio Tort (a la izquierda) llevando al Santo Cristo con el Cuerpo de Portantes

 

Providencialmente, el 21 de julio, encontró al obispo de Barcelona, el Dr. Manuel Irurita y su sobrino y secretario Marcos Goñi, saliendo del obispado vestido de seglar. Sin dudarlo, se lo llevó a su casa -calle del Call 17- donde también vivía su hermano Francisco de Paula. Ya antes había acogido a varias hermanas Carmelitas de la Caridad y a dos mujeres más. Durante más de cuatro meses Tort, su familia y los acogidos, permanecieron en la casa llevando una vida casi monacal. En ella se había montado un altarcito donde a las 6 de la mañana oficiaba el obispo Irurita y luego su sobrino, pudiendo así comulgar todos cada día. Cada día, oculto tras una ventana, Mons. Irurita bendecía el Palacio de la Generalitat. Un día irrumpieron los milicianos en la casa. El nombre de su hermano Francisco de Paula Tort había aparecido en una de las listas de asistentes a un aplech (encuentro) carlista en Montserrat. Todo se sucedió rápidamente. Los milicianos registraron la casa y arremetieron contra todos los objetos religiosos que encontraron. Tuvo tiempo de despedirse de su esposa con estas palabras: “Decid: Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confió. Adiós. Hasta el cielo. No os espantéis, Dios no os faltará”.

 

El obispo Irurita escondido en la casa de la familia Tort, rezando las horas

 

Los arrestados fueron llevados a la sede del comité de Milicias Antifascistas de la calle Pedro IV de Barcelona. Allí, su hija Mercedes -también arrestada- le inquirió, “Papá, nos llevan a matar” y él le contestó: “Nos llevan al cielo”. Todos menos Mercedes fueron trasladados posteriormente a la terrible Checa de San Elías, donde Irurita sólo se identificó como sacerdote, pues no quería que su persona fuera tomada como un elemento de intercambio político en el conflicto bélico. De San Elías fueron trasladados en la madrugada del 3 al 4 de noviembre a las tapias del cementerio de Montcada i Reixach. Esta vez sí, en el postrer momento, Irurita se identificó como el obispo de Barcelona. Ahí morirían, Marcos Goñi, el obispo Irurita, y Francisco de Paula y Antonio Tort. Cosas de la Providencia, todos ellos surgieron de ambientes y familias tradicionalistas. En esa Cataluña martirial hemos llegado a contabilizar 1.200 carlistas asesinados en la retaguardia. De ellos nunca se habla, al igual que también se oculta la figura del obispo mártir Irurita. Desde que acabó la Cruzada del 36 ha existido una conspiración eclesial, especialmente desde los elementos catalanistas, para evitar la beatificación de Irurita llegando a negar incluso que fuera asesinado.

 

Tapias del cementerio de Montcada i Reixach donde fueron fusilados

 

Da igual que tras la guerra, en el cementerio de Montcada, se exhumaran 1.592 cuerpos y se identificaran 472. Entre ellos aparecieron los de Marcos Goñi, Antonio Tort, Manuel Irurita y Francisco Tort con los números de ficha respectiva (788, 802, 814 y 823). Da igual que fueran identificados por la mujer y una hija de Tort. Todas las evidencias han sido ignoradas -incluso las pruebas genéticas- y los bulos constantemente reiterados. La beatificación de Antonio Tort es un primer reconocimiento de aquellos seglares comprometidos en lo social y político y a la vez católicos modélicos que ofrecieron su vida por la fe. Y a esta beatificación deberían seguir otras muchas. Por otro lado, esta beatificación ha de ser el pórtico de la tan deseada beatificación de Manuel Irurita Almandoz y su reconocimiento martirial, como única forma de restaurar la fe en su actual maltrecha diócesis.

 

Miembros de la Pía Unión de San Miguel Arcángel, portando los restos de Antonio Tort a la Basílica de la Merced

 

PD.: Durante la Misa de beatificación, al reseñar brevemente la vida de los beatificados, se dijo que Antonio Tort acompañó a la checa a su obispo, pero ni siquiera se mencionó el apellido de Irurita. Aún es un nombre maldito es esta diócesis. Entre las autoridades presentes estaba Ramón Espadaler, proveniente de la vieja y democristiana Unió Democràtica de Catalunya, pero que ahora se ha integrado en el gobierno socialista de Salvador Illa. El Cardenal Omella agradeció la presencia de los responsables de la Generalitat, sin querer caer en la cuenta que fue esa misma Generalitat la responsable de los crímenes. También acudió la alcaldesa de Sabadell, Marta Farrés del Partido Socialista, otro de los partidos genocidas en la Guerra Civil. Es evidente que la diócesis no ha puesto mucho empeño en promover este acto de beatificación, pues apenas se dio difusión y se facilitó el conseguir las entradas. Todas estas contradicciones y ocultaciones no dejan de ser un misterio de estos tiempos, pero somos sabedores de que la Verdad sobrevuela todas estas miserias y, tarde o temprano, veremos al obispo Irurita erigido a los altares que es el lugar que le corresponde.

 

Javier Barraycoa

Javier Barraycoa