«¡Sería tan hermoso desenmascarar a los apóstoles desgañitados del sionismo!»
Se armó recientemente la marimonera con la suspensión de la agencia llamada Usaid, una agencia estadounidense en apariencia dedicada al ‘desarrollo’ y la ayuda humanitaria; en realidad, un disfraz de la CIA para emponzoñar a los pueblos que desea dominar o destruir. Usaid cuenta con… más de 50.000 millones de dólares anuales de presupuesto; y, con la excusa de repartir condones, vacunas y leche en polvo, financia las ‘primaveras’, ‘revoluciones de colores’ y golpes de Estado encubiertos que convienen a la política exterior americana, a la vez que divulga todas las bazofias disolventes de los vínculos comunitarios impulsadas por la ideología ‘woke’. A la gente ingenua le podrá sorprender que el Usaid financie la revuelta del Maidán y a la vez promueva «programas de diversidad»; pero como ya hemos explicado en artículos anteriores, los negociados ideológicos que nos presentan como antagónicos son en realidad simbióticos. Para la política exterior del Tío Sam, la ideología ‘woke’ es tan eficaz como los rebanacuellos que han tomado el poder en Siria; son el anverso y el reverso de la misma moneda. Y por eso Usaid los financia indistintamente.
Tal evidencia no la ha captado el magnate Elon Musk (tal vez porque un hijo le salió rana, envenenado por la ideología ‘woke’), quien ha tildado Usaid de «nido de víboras marxistas radicales» y «organización criminal». Trump, por su parte, ordenó mediante una orden ejecutiva que la agencia, que se administraba de forma independiente, pase a depender del secretario de Estado, Marco Rubio, quien ya ha anticipado que no la cerrará, sino que la amoldará a los nuevos objetivos de la política exterior estadounidense (gatopardismo puro y duro). Sin embargo, durante unos días, Usaid ha suspendido sus actividades; y se han conocido someramente sus ponzoñosas actividades. Se ha sabido, por ejemplo, que destinó más de sesenta millones de euros a la financiación de los rebanacuellos sirios. También que ha untado hasta setecientos medios de comunicación en todo el mundo –incluida la BBC–, a veces mediante subvención directa, a veces mediante suscripciones a mansalva. Y Usaid, en fin, ha repartido sobres entre siete mil periodistas sobrecogedores, entre los que se cuentan, por supuesto, analistos y analistas, ‘influencers’, opinadores y agencias «verificadoras».
¡Cuánto daríamos por conocer los nombres de los sobrecogedores autóctonos! ¡Sería tan hermoso desenmascarar a los apóstoles desgañitados del sionismo, a las ménades que reclaman censura para «seudomedios», a los adalides de la izquierda caniche que promueven el transgenerismo y presumen de financiarse con ‘crowfunding’! ¡Sería tan aleccionador comprobar que todos ellos sirven al mismo amo, aunque finjan despellejarse! ¡Cómo nos gustaría que el magnate Musk publicase la lista completa! Pero no caerá esa breva, porque también él sabe que quienes desgraciaron a su hijo son los mismos que le han permitido amasar su incontable fortuna.
Juan Manuel de Prada
Publicado en ABC