De tanto usar la palabra corrupción interpretamos en el acerbo colectivo que este término, que da la prueba de que el sistema ha dejado de ser democrático para convertirse en simplemente tiránico, está ligado al robo, malversación o expolio. Sin embargo, el término tiene otra acepción que es la de algo que pierde su naturaleza para convertirse en degradación, putrefacción o degeneración. Por ejemplo, solemos decir que un alimento se ha corrompido porque deja de ser comestible o que algo orgánico se descompone y pasa a perder su forma y composición original.
En este caso quiero mencionar la corrupción del sistema educativo vasco. No es la primera ocasión en la que me he referido a la pretensión de ocultar datos que dan la prueba y referencia objetiva de lo que algunos, con criterios científicos, afirmábamos desde hace décadas de que la inmersión universal generalizada (modelo D) obligada por decisiones autoritarias e ilegítimas de la administración vasca produce una bajada inevitable de la comprensión verbal. En las pruebas de evaluación de la OCDE (PIRLS) se constata un nivel ínfimo de comprensión lectora, que afecta, sobre todo, a los alumnos con menor grado de inserción social y arraigo. Y, sin embargo, el Ejecutivo vasco (PNV-PSE) en lugar de corregir el rumbo de tal desmán educativo y cumplir el artículo 16.2 de la Ley de Normalización del Euskera que dice que se habrán de adaptar las políticas lingüísticas a la realidad social y cultural, y también el Decreto de modelos lingüísticos aún vigente, lo que hace es decretar que no se seguirán aplicando esas pruebas de evaluación con auditores externos en lo sucesivo. Es decir se evita la prueba del delito, que es lo que suelen hacer los malhechores.
En esta ocasión ha saltado a la portada de un medio de comunicación vasco que «Educación» no va a evaluar en sus pruebas bianuales ni en Ciencias ni en Inglés, tras constatar en las pruebas anteriores que los resultados dejan mucho que desear. La pregunta es si va a quedar algo por evaluar o solamente valorarán los resultados de la capacidad anaeróbica de los pulmones de los escolares.
Si cada vez que sale un resultado escolar con malos datos de evolución en el aprendizaje se va a retirar esa materia para que no salga a la luz la evidencia del problema, es que tenemos a una gente que simplemente carece de vergüenza y por tanto debe ser señalada como prevaricadora. Simplemente porque ese comportamiento denota una carencia absoluta de escrúpulos y la supeditación a intereses de tipo político, subordinando el superior interés de los alumnos y la calidad del servicio.
La solución no es meter bajo la alfombra el polvo y la suciedad sino barrerla y hacer que la limpieza brille. Si hacemos eso al limpiar la casa también corresponde hacerlo en el ejercicio de la gestión de los servicios públicos.
Hay que erradicar la corrupción, aunque no sea económica. Y separar de la gestión política a personajes que se caractericen por la falta de decencia.
En esta ocasión que no se suele prodigar hay que agradecer lo de ese medio (El Correo) que ha transmitido esa información a la luz del conocimiento general para escarnio público. De lo contrario, el común de los ciudadanos, como yo mismo, no nos hubiéramos enterado. La pregunta subsiguiente a esta reflexión es si tenemos una ciudadanía capaz de reaccionar ante estas cosas o la gente en general vive en su metaverso particular.
En fin. «Cosas veredes que farán falar a las piedras», le dijo Alfonso VI al Cid Campeador.
Ernesto Ladrón de Guevara