No es difícil comprobar que estamos pasando por una situación muy difícil y por momentos muy dolorosos. Estamos observando cómo esta crisis de salud pública ocasionada por el coronavirus ha puesto en evidencia importantes grietas en este sistema partitocrático basado en un neoliberalismo económico salvaje, individualista y, a la par, altamente intervencionista.
Nos hacen falta dirigentes serios y competentes que tomen decisiones lógicas y transparentes. Necesitamos responsables políticos que sean un ejemplo para el ciudadano y lamentablemente, lo que vemos a diario es improvisación, incertidumbre y falta de comunicación.
Es preciso que, en los momentos actuales (aunque más bien en todo momento sería laudable), las decisiones políticas se guíen sólo por el Bien Común por encima de ideologías y tentaciones propagandísticas. Necesitamos políticos con sentido común, que garanticen la libertad del ciudadano.
Es hora de trabajar en una política constructiva por encima de réditos electorales. Es decir, una política que tenga como principal objetivo el desarrollo del Bien Común de los ciudadanos de nuestro país.
Sin embargo, estamos asistiendo estupefactos ante un espectáculo lamentable donde los políticos del sistema se asemejan a mercenarios que se preocupan exclusivamente por la defensa de sus intereses electorales, sin aportar soluciones efectivas que den respuesta a los graves problemas que está provocando esta crisis.
Y es que estamos viendo cómo los intereses partidistas se imponen y ganan la batalla al Bien Común: en situación de pandemia prevalece la celebración de una manifestación ante los contagios que, de hecho, se produjeron, como podría atestiguar, por desgracia, la Sra. Calvo; nombramientos a mansalva de cargos totalmente fútiles e interesados (es posible que personalmente y seguro que para el partido) en lugar de técnicos capaces de enfrentarse, con bastantes más conocimientos que quienes están ahora, al problema; gestión lamentable en la adquisición de recursos para hacer frente, con alguna seguridad, a los contagios para quienes están más expuestos; distribución de los mismos a destinos insospechados y fuera de nuestras fronteras…
No voy a hacer una relación exhaustiva de los dislates que se han cometido en situación, ciertamente, grave, únicamente quisiera reivindicar la vinculación necesaria entre la ética y la política. La política orientada al Bien Común, que es el encargo que la sociedad hace a sus representantes, debe ser ética, aún diría más, moral.
La situación se presenta muy difícil: en las relaciones humanas, en lo económico, en lo laboral, incluso en lo espiritual. La disociación de la “clase” política y mediática, que se ha asentado en los órganos y puestos de poder, de cualquier pensamiento tendente al Bien Común va a hacer la recuperación a la normalidad imposible. De momento, como ya estamos, por lo menos una gran parte de votantes, muy acostumbrados a escuchar imbecilidades sin rechistar, nos encaminan a una “nueva normalidad”.
Para echarse a temblar.
Vicente Alba