Banalidad y escándalo
En 1997 estallaba uno de los últimos grandes escándalos vividos en el mundo artístico. La causa fue la exposición Sensation presentada en la Royal Academy de Londres y posteriormente en el Museo Brooklyn, en Nueva York. En esta exposición se exhibieron cuadros como el de Chris Ofili en el que aparecía la Virgen María salpicada de recortes de revistas pornográficas y aderezada con excrementos de elefante. Las protestas del alcalde de Nueva York, Rudolph Giulani, sólo consiguieron publicitar más la exposición que contó con un gran éxito de público. Incluso los organizadores denunciaron al alcalde de Nueva York por atentar contra la libertad de expresión.
Esta exposición es una etapa más de un largo recorrido que el arte contemporáneo inició hace tiempo con el Pop art (arte popular) consagrado por Andy Warhol. Este hijo de inmigrantes checoslovacos fue un maestro en la seducción de la jet set neoyorkina y del mundo entero. Sus obras fueron una extraña mezcla de banalización y marketing publicitario. Las reproducciones de las latas de sopa Campbell, las serigrafías de Marilyn Monroe o una aburridísima película de seis horas de duración, titulada Sleep, en la que Warhol se filmó durmiendo, son actualmente obras de culto en los ambientes artísticos contemporáneos. La vulgarización (algunos llaman democratización) del arte que emprendió Warhol -y que introdujo el arte en la cultura de masas- culminó con una exposición de sus obras, tras su muerte, en los principales museos del mundo. En 1989 esta exposición llegó al Centro Pompidou de París donde el éxito fue impresionante. Con motivo de esta muestra, Jean-Philippe Domecq escribió en su obra Artistes sans art?: “que una multitud haya desfilado piadosamente delante de tales obras … quedará como una de las grandes imágenes del adoctrinamiento cultural de nuestro tiempo”.
El “mundo artístico” (artistas, críticos y marchantes), en connivencia con periodistas especializados, intelectuales y políticos, ha contribuido a este “adoctrinamiento” de las masas populares. El alcance de este control es tal que se ha conseguido presentar como artístico lo más inusitado. Ejemplo de ello es uno de los hitos del arte contemporáneo: la “obra” cumbre del italiano Piero Manzoni, realizada en 1961, titulada Merda d´artista. Se trata de 90 latas numeradas que contienen cada una de ellas 30 gramos de defecaciones del artista, esto sí, conservadas al natural. El coleccionista privado John Hunov adquirió en una subasta de Londres la lata nº 9 por la cifra de 50.000 dólares. Extraño mundo en el que alguien sea capaz de pagar por un poco de merda d´artista. Lo más gracioso es que el Museo de Arte de la ciudad danesa de Randers solicitó a Hunov que le prestara la «lata de mierda» para una exposición. Durante el evento, el continente empezó a rezumar su «natural» contenido. El propietario demandó al Museo por daños y perjuicios ante el deterioro de su “obra” de arte.