¿Hacia la globalización de la comunicación?

 

Respecto a la globalización de la comunicación y la información se suele interpretar, o dar a entender, que ambas serán universales. Con ello quiere significarse que todo el mundo podrá acceder a todo tipo de informaciones. La metáfora de la Aldea global quiere transmitir la idea que todo el mundo puede estar informado de lo que hace todo el mundo y que de ello, necesariamente, ha de derivarse un bien[1].

Se nos hace difícil pensar una globalización de la información cuando más de la mitad de los habitantes del planeta jamás han realizado una llamada telefónica. Actualmente los países más desarrollados, que representan un 15% de la población mundial, poseen el 75% de las líneas telefónicas. En 47 países no hay más que un teléfono por cada 100 habitantes. En toda África negra hay menos líneas telefónicas que en la ciudad de Tokio[2]. En 1995 se calculaba el número de ordenadores personales en 180 millones sobre 6.000 millones de habitantes. Sólo un 3% de la población mundial puede tener acceso a internet. Por un lado tenemos áreas muy desarrolladas, como Estados Unidos o buena parte de Europa, que han alcanzado un elevado nivel respecto al uso de los medios de comunicación. Por otro lado, emergentes clases medias en Asia o una parte de la India inician su singladura en el uso de los medios de comunicación, aunque cientos de millones de individuos en esas áreas nunca podrán acceder a ellos. Por fin, “En el otro espectro se halla el África subsahariana, que, a excepción de las clases ricas y opulentas de Sudáfrica, al parecer ha sido desestimada por las compañías de los medios globales por ser demasiado pobre para poder desarrollarse. Ni siquiera aparece en la mayor parte de las discusiones de los medios globales en la prensa económica”[3]. De hecho, siendo Sudáfrica el país más occidentalizado de África, encontramos que la mitad de viviendas no poseen siquiera luz eléctrica[4].

Manel Castells, en La era de la información, advierte que más que una globalización de la información, lo que está aconteciendo en el mundo es la configuración de flujos de la información a los que no todo el mundo puede acceder. Con otras palabras, determinados espacios sociales –o zonas del planeta- permitirán que los individuos accedan a los espacios tecnológicos, culturales y económicos, que permitan conectarse a los flujos informativos, mientras que para otros espacios sociales, dicha ventaja quedará vedada para siempre. De tal forma que el proceso globalizador supone un peligro de crear fracturas sociales irremediables. Estamos, por tanto, ante un proceso profundamente oligarquizador.

Este proceso puede ser constatado de varios modos. Uno de ellos es el imparable proceso de fusiones iniciado en los años noventa entre los gigantes de los medios globales. De este proceso han surgido seis grandes corporaciones mediáticas que controlan buena parte del mercado del entretenimiento: News Corporation, Time Warner, Disney, Bertelsmann, Viacom y TCI. A su vez, las grandes corporaciones son capaces de alcanzar pactos comerciales con otras grandes multinacionales para acaparar todos los espacios de ocio. Así, Disney, en 1996, firmó un acuerdo de 10 años con McDonald´s para promocionar exclusivamente sus productos en las cadenas de comida rápida. O PepsiCo., firmó un acuerdo global para la reedición de la trilogía de La Guerra de las Galaxias. Cada gran corporación es capaz de controlar un amplio espectro de actividades culturales. Time Warner, por ejemplo, controla: 24 revistas, incluyendo Time, People y Sports Illustrated; Time life books, el segundo negocio editorial más importante del mundo; los estudios cinematográficos Warner Brothers,incluyendo productora de televisión y distribuidora mundial; la compañía más importante del mundo en salas cinematográficas; el 50% de DC Comics, editores de Superman, Batman y otros sesenta títulos; HBO, el canal de cable de pago más importante del mundo; Cinemax, otro canal de cable de pago; la cadena de parques temáticos Six Flags, más parques temáticos fuera de Estados Unidos; Tiendas temáticas; una filmoteca con más de 6000 películas, 25000 programas de televisión, música, libros y miles de películas de dibujos animados; varios canales de noticias, entre ellos la CNN, Headlines, TBS, TNT, el Cartón Network; y así un largo etcétera de productos[5]. Otra de las grandes, la News Corporation de Rupert Murdoch, posee 132 periódicos (especialmente en Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos) o 22 emisoras de televisión en Norteamérica, llegando a un 40% de los hogares. Podemos afirmar que “Los medios globales comerciales está dominados por unos diez conglomerados verticalmente integrados, La mayoría de ellos establecidos en Estados Unidos. Otras treinta o cuarenta compañías suplementarias importantes rematan las posiciones significativas en dicho sistema”[6].

Este panorama no está exento de la posibilidad de nuevas fusiones y, por lo tanto, de la intensificación del proceso oligopólico en detrimento de las industrias mediáticas regionales. Por tanto, la globalización no está trayendo una diversificación de las ofertas, sino una peligrosa concentración que genera homogeneización en la información y en la cultura. Hay que advertir, como ya hicimos anteriormente, de un resurgir de las culturas no occidentales que, frente a esta tendencia homogeneizadora, proponen una “cultura de la resistencia”, por tanto de la diferenciación. A la postre, el triunfo de estas tendencias impedirían el proceso de globalización y darían la razón a Huntington.

 

[1] Las objeciones “políticamente correctas” a un mundo globalizado en el orden informativo no dejan de ser, a veces, matices: “Aunque los medios de comunicación  están interconectados a escala global  y los programas y mensajes circulan en la red global, no estamos viviendo en una aldea global, sino en chalecitos individuales, producidos a escala global y distribuidos localmente”, Manel Castells, La era de la información, vol. 1, La sociedad red, Alianza editorial, Madrid, 2ª edic., 2000, p. 415. El subrayado es del autor.

[2] Ignacio Ramonet, La tiranía de la comunicación, Temas de Debate, Madrid, 1999, 4ª edic., p. 162.

[3] Edward S. Herman y Robert W. MacChesney, Los medios globales, Cátedra, Madrid, 1997, p. 107.

[4] Donald G. McNeil, “A crank-up radio helps Africa tune in”, New York Times, 16 de febrero de 1996.

[5] Edward S. Herman y Robert W. MacChesney, o.c., p. 127.

[6] Ibídem, p. 170.

Javier Barraycoa