Hola, soy Daniel, tengo quince años y me gustaría contaros algo que me pasó un día en la Iglesia.

Estaba yo después de misa ensimismado rezando a la imagen de San Miguel y quedé medio adormecido. En ese mismo instante oí una voz que me decía:

-¡Daniel, Daniel! Soy Miguel, el Príncipe de la Milicia Celestial. No tengas miedo, Vengo a ayudarte con ese asunto del Demonio Colorines.

-Pues mira – le contesté – tú lo sabes todo por mi Ángel de la Guarda. Últimamente por las noches me inquieta y no me deja dormir. Siempre con la misma cantinela: que no soy como los demás chicos, que soy canijo, que tengo cara de nena, que las chicas ni se fijan en mí, que decepciono a mis padres, que tengo dudas…

Seguidamente insiste siempre que él me va a solucionar todos los problemas y empieza con su retahíla: que no haga caso de mis padres ni del cura, que todo eso son cuentos, que mi cuerpo es mío, que tengo que dejarme llevar, que tengo que seguir mis sentimientos, que da igual chico que chica, que no hay nada malo en probar, y, hasta que puedo decidir mi sexo. ¡Imagina!

-Mira Daniel – me contestó – tienes que resistirle. Sobre todo no te dejes engañar por la apariencia colorida, divertida  y “alegre”, pues tengo que advertirte que alegre no es. Engaña con cosas que están de moda pero te destruirán y por ello quiere tu perdición. No hables con él de ninguna manera, ni te prestes a sus insinuaciones. Sé que es difícil porque lo va a seguir intentando, pero para darte ánimos te digo -¡Mira!

En aquel instante apareció ante mí la imagen de San Miguel con el demonio Colorines a sus pies. Andaba con la lengua fuera y en una mano llevaba una escuadra y un compás. No recuerdo bien que arquitecto mencionaba como su jefe, creo que un tal Soros. Las partes de su cuerpo cada una de un color, eran a su vez demonios que se comían unos a otros en perpetuo odio.

-Adiós- me dijo Miguel-, ya ves que lo tengo dominado, pero no puedo aún mandarlo definitivamente al infierno pues debe probar a muchos como tú. Mantente firme y vencerás, esta prueba es necesaria para que puedas ser fuerte.

Ya conoces las armas, el Rosario, los Sacramentos, las limosnas armadura de fe cómo la llevo yo, y todo lo demás que aprendiste en la catequesis.

En poco tiempo pasarán todos esos complejos y te harás un hombre. Habla con tu padre sin miedo que te quiere mucho.

Ah, y da gracias a ese tío fraile que tienes en el convento que es el que ha solicitado mi asistencia.

Al instante sentí sobre mi hombro una mano que me sacudía.

-Te has quedado dormido- Era mi padre.

-Si, ahora te contaré el sueño que he tenido.

-Pues claro, vamos a dar un paseo y hablamos.

Después de aquella tarde de Domingo la cosa fue mucho mejor, cuando aparecía Colorines le recordaba aquella imagen y al instante se esfumaba. Claro que, como llevaba escrito en su estandarte ¿Quién cómo Dios? , pues nadie, nadie como Dios.

 

Teo Gracián

Teo Gracián