Ya hemos superado el primer aniversario de la aparición de este agente biológico que no solo ha causado más de dos millones cien mil muertos, sino que ha dado lugar a la aparición de un nuevo y desastroso orden económico mundial. Seguimos sin saber cómo nació esta criatura letal para nuestra especie.
El Grupo de París
Por especial requerimiento del Gobierno de los Estados Unidos, la OMS se vio obligada a enviar una comisión de científicos expertos a la ciudad china de Wuhan donde según todos los inicios se originó la pandemia: a partir de este viaje de supuesta investigación exhaustiva debería aclararse el origen del mutante vírico supuestamente procedente de alguna especie animal desconocida; las conclusiones han sido realmente descorazonadoras.
La falta de colaboración de las autoridades chinas ha debido rayar en el ocultismo, según han afirmado los científicos visitantes. Es cierto que visitaron los laboratorios y el mercado “fresco” de la ciudad, pero sin obtener datos concluyentes. La “verdad oficial”, es que el Sars Cov-2 es el causante de la pandemia, pero que, sin ser posible encontrar una especie animal reservorio ni tampoco otra, huésped, intermedia entre ella y el hombre, hay que admitir como artículo de fe que se trata de una zoonosis.
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Frente a esta supuesta verdad pronto se alzaron voces contrarias, algunas procedentes de científicos chinos, a los que hay que reconocer el mérito de la valentía; pero una vez que la ciencia occidental ha reflexionado y analizado las conclusiones de la visita a Wuhan, aparecen tesis contrarias a la zoonosis, algunas de las cuales distan mucho de parecer disparatadas.
Especialmente significativa es la opinión, contraria a la zoonosis y partidaria de un origen por fuga de un organismo experimental expuesta por el científico, inventor y empresario Steven Carl Quay, de la Universidad de Sttanford, quien basándose en complejos métodos estadísticos ha llegado a la demoledora conclusión de que el Sars-Cov 2, origen de la pandemia, tiene un 99,8 % de posibilidades de ser un producto de fuga de laboratorio y solo el 0,2% restante de haberse originado como mutante en otra especie animal silvestre.
Tras la difusión de los estudios del profesor Quay, ha tenido lugar el manifiesto del llamado “grupo de París” que integran 26 científicos prestigiosos, no conformes con la versión oficial de la comisión enviada a China y por tanto exigen la revisión de las investigación y de sus conclusiones, basando sus reparos en la petición de investigación y de regulación de los experimentos biológicos.
No se trata de teorías conspiratorias
Durante 2020, primer año del desastre pandémico, poner reparos a la versión oficial del origen de la enfermedad a través de una zoonosis era considerado como “teoría conspiratoria”: En la actualidad esta situación está cambiando.
Para que se tratara de una zoonosis sería necesario encontrar dos eslabones que serían clave para establecer la cadena de transmisión del animal al hombre; en las verdaderas zoonosis existe un reservorio del patógeno, que en el caso de los coronavirus suele encontrase en el grupo de los murciélagos, un agente intermedio en que el virus muta y pasa a ser capaz de infectar al hombre y finalmente a nuestra propia especie como receptora del mutante peligroso. En el caso de la Covid no se han encontrado ni el reservorio ni el huésped.
Como podemos imaginar esta ausencia de identificaciones no se debe a que no se haya investigado lo suficiente, ya que tanto los investigadores chinos como los occidentales han buscado virus en centenares de especies silvestres, además de en todas aquellas que se sacrifican y venden “en fresco” en el mercado de Wuhan. Una ausencia verdaderamente significativa.
Significativa sobre todo si se tiene en cuenta que en las últimas pandemias similares las evidencias de especies reservorio y huésped se encontraron de manera casi inmediata, en la Sar-Cov 1 el reservorio eran ciertos murciélagos, como cabía esperar, y el huésped intermedio más importante se localizó en la civeta, que se había infectado en un alto porcentaje de la población estudiada. En el Mers, último coronavirus patógeno para el hombre anterior al que ahora nos está asolando, los huéspedes eran los camellos, que también estaban afectados en porcentaje significativo.
La infestación masiva, o al menos significativa en los huéspedes es típica de las zoonosis: no pensemos que basta con que se haya contagiado un animal y en el mismo haya mutado el virus dando lugar a una cadena tan simple, ya que por lo general pasó un tiempo en el que el huésped va alojando en su cuerpo el patógeno dándole posibilidades de mutar hasta ser transmisible al hombre. La absoluta carencia de datos sobre especies animales que porten algún virus parecido al Sars-Cov es un dato muy convincente.
Existen otros indicios científicos que parecen no compadecerse con la tesis oficial hasta ahora mantenida por la OMS; se refieren a aspectos bioquímicos menos sencillos de explicar, como el lugar en el que actual virus mortal lleva incorporado el “cortador” bioquímico que permite a su corona insertarse en las células a las que ataca; no es momento de detenernos en tales detalles, pero sí de considerar que se suman a los datos estadísticos para aumentar la solvencia de las objeciones planteadas por el “Grupo de París”.
Ante la fortaleza de los argumentos del “Grupo de París”, la OMS no ha tenido más remedio que “dejar abiertas todas las posibilidades respecto a las investigaciones sobre el origen de la pandemia”. No es fácil pronosticar si llegaremos a saber la verdad, al menos a corto plazo, pero al menos, los disidentes no están siendo tachados de fanáticos ni de alarmistas.
Porque nadie está hablando de “científicos locos creando y liberando monstruos”, sino de la posibilidad de un desgraciado accidente y de la necesidad de investigación y de transparencia para que no pueda repetirse algo parecido.
Miguel del Pino
Publicado en Libertad Digital – 04/04/2021