Pareciera que está llegando la hora final de la utopía secesionista americana del siglo XIX. Y va llegando la hora de una nueva Unidad Hispana que tome la lección del pasado y la aplique a la realidad de la hora actual, y voy a referirme más explícitamente a la realidad hispanoamericana por tocarme más de lleno como hispano argentino.
A principios del siglo XIX en los territorios hispanos de América se dio un proceso de revoluciones secesionistas, separatistas, siguiendo la planificación de la Inteligencia Masónico Británica del parabrisas roto.
Con esto lograron fraccionar y enfrentar partes de unidades geopolíticas naturales. Y así mientras unos se enzarzaban en una tremenda guerra civil en donde participaban americanos y peninsulares en ambos bandos, por otra parte estaban los que armaban el relato de la Independencia y la separación de España peninsular, mientras silenciaban que entregaban los territorios de los antiguos Virreinatos con un moño de regalo a la Corona Británica.
Pero como la mentira tiene patas cortas, poco a poco empieza a salir a luz lo que en realidad sucedía en cada paso que se iba dando. Al fin y al cabo, 200 años en la historia de los pueblos es un ayer que ya pasó.
En próximos artículos trataremos de detenernos en algunos detalles significativos del siglo XIX, por ahora me interesa centrarme en una perspectiva de futuro.
Ambos aspectos: pasado y futuro están indisolublemente unidos. En primer lugar, el pasado debe ser aclarado pues como decía el profesor mártir argentino Jordán Bruno Genta: “la historia es la historia de la Patria”. Nos han inventado un relato de la historia de nuestra Patria para desubicarnos, desorientarnos y para que, si alguien reacciona, que reaccione a ciegas para cualquier lado. Aunque sea doloroso, es totalmente necesario conocer real y verdaderamente qué es lo que sucedió no sólo en América sino en la península tambien. Nuestra vida personal está llena de caídas y levantadas, y las vidas de los pueblos tambien. Y Dios nuestro Señor lo permite para librarnos de la venenosa soberbia de la serpiente.
Por otra parte es importante tener una visión de futuro, pero no del futuro inmediato que nos ofusca, sino una visión estratégica del futuro. Esto es sumamente importante pues nuestro caminar debe estar iluminado por la Esperanza, no por el éxito. Cuando las personas se obsesionan por el éxito, terminan pactando cualquier cosa y con cualquiera, con tal de tener éxito inmediato y así terminan finalmente apartándose del camino.
¿Y cual debería ser, a mi criterio, esa visión de futuro?
Pensar en una Confederación de regiones hispanas conformadas por espacios geoestratégicos. La política de la Inteligencia británica fue la política del parabrisa roto, de la fragmentación, de los límites artificiales, y de los enfrentamientos estériles.
La política genial de los españoles que comenzaron el trabajo civilizador en América fue una política geoestratégica. Los territorios de los antiguos virreinatos tenían una visión geoestratégica maravillosa: Nueva España, Nueva Granada, Perú, Río de la Plata, representan unidades naturales que hoy día las vemos destruidas, pero no irremediablemente.
No solamente los británicos nos fragmentaron sino que armaron inútiles y estériles conflictos, justamente para evitar que en algún momento volviéramos a unir fuerzas.
Pero a pesar de todo esto tenemos dos elementos fundamentales de unidad: la unidad de la Fe y la unidad de la Lengua.
Es cierto que en ambos casos tenemos graves y grandes dificultades.
En la unidad de la Fe nos vemos debilitados por un clero católico inmanentista y descreído, que más que religar a los hombres con Dios parece sólo ocuparse de brindar asistencia social, contaminados de modernismo y servilmente postrados ante el Nuevo Orden Mundial. Esto sumado a la labor de multitud de sectas evangélicas que promocionadas y financiadas por Gran Bretaña y su hijo bastardo, los Estados Unidos, inundan por todas partes. Y tienen gran acogida en masas de la población porque atienden a su necesidad de Dios y de religión que los curas católicos tan socialmente preocupados no les brindan, y por otra parte porque les dan a la gente un cristianismo a la carta, simple, emotivo y personalista. Gracias a Dios no todo el clero está así inficionado de modernismo y de estupidez, todavía queda un resto de muy buenos sacerdotes y obispos dispuestos a librar el buen combate, como diría el profeta Isaías: “Hasta que quedéis como un mástil en la cumbre de un monte, y como bandera sobre un collado”[1]
Y más aún es un gran signo de esperanza el hecho de que una gran mayoría del pueblo americano conserva una tierna y profunda devoción a la Santísima Madre de Dios, y en la América profunda vive esa religiosidad grabada a fuego en sus corazones. Desde allí puede desparramarse como un incendio a toda la Hispanidad. Por algo el Papa Pío XII proclamó a la Virgen de Guadalupe “Emperatriz de América”, justamente esta hermosísima imagen de Nuestra Señora donde se funden los rasgos de los que venían de la península con los rasgos de quienes los recibían en América, signo visible de la Hispanidad.
Por otro lado la unidad de la lengua se ve afectada por la imposición de anglicanismos y galicismos. Imposición que viene de afuera y que es dócilmente aceptada como fruto de ese complejo de inferioridad que la Leyenda negra hispana trata de cargar sobre las cabezas de la gente.
Es un absurdo que se nos imponga que para poder triunfar en el mundo debes saber hablar inglés, para comerciar debes saber hablar inglés, para gestiones en el extranjero debes saber hablar inglés, aún para las actividades habituales queda mejor decirlo en inglés. Y digo que es un absurdo por el volumen de gente que somos los hispanohablantes, que si nos pusiéramos de acuerdo y dejáramos de hacernos los pobrecitos, empezaríamos a exigir que los productos vengan escritos en castellano, si quieren comerciar con nosotros deben hablar en castellano, y así en tantas cosas más.
Nadie dice que es fácil el camino, pero lo primero que debemos hacer es visualizar el camino y dar el primer paso, que es lo que trato de hacer con este escrito.
Seguramente habrá muchos hispanos con mejores estudios que los míos que podrán profundizar en esta huella, pero es hora de empezar a caminar. Si esto es de Dios en algún momento lo lograremos, no para mal de nadie sino para bien de todos, porque la hispanidad siempre ha brindado posibilidades de crecimiento a los hombres como personas plenas y erguidas en dignidad, jamás como soberbios atropelladores, con las manos prontas a servir dando ayuda a quien lo necesita y defensa de quien nos quiera agredir.
¡Ave María Purísima! Sin pecado concebida.
[1] Isaías 30, 17
Alberto Mensi