Montejurra, la montaña Sagrada. El enclave donde el hombre navarro de siempre, el Católico de Fe recia, de costumbres milenarias, frenó hasta en dos ocasiones el avance arrasador de la corriente liberal del hombre postmoderno. El hombre idólatra, que apostata de la Cruz por creerse autosuficiente, o creerse incluso Dios mismo. Allí, en esa montaña que ha escuchado tantas veces las risas, los cantos, los tiros, la algaravía, el llanto de viudas, madres y hermanas… Nos hemos congregado para recordar las raíces de este viejo Reino Cristiano, que tantos misioneros ha regalado a la Cristiandad, que tantos nobles cruzados y mártires ha entregado a la Santa Causa del Reinado Social de Cristo.

El viernes 16 de septiembre comenzaban a llegar los primeros peregrinos, de Galicia, Valladolid, Barcelona, Valencia, Vascongadas,  Sevilla… Ponemos a tono el espíritu con una cena y una exquisita conferencia sobre la historia de Montejurra, símbolo de resistencia del hombre viejo contra el nuevo orden mundial. Doña Teresa J. Nos habla de sus orígenes, una romería “de dolor” en mayo de 1940, de viudas, de madres, de hijas, de mujeres dolidas por la pérdida de sus hombres en la Cruzada Española. Le seguiría la fundación de la Hermandad de Caballeros Voluntarios De la Cruz, que subieron meses después, en septiembre, en representación de los requetés caídos en combate.

A la mañana siguiente, más de cien personas se concentran a los pies de la montaña. Es una alegría ver que en su mayoría son familias con niños y jóvenes. También mayores, por supuesto.

Iniciamos el ascenso rezando el Via Crucis. Se escapan las lágrimas al escuchar, de boca del Sacerdote, cada una de las fechorías que soportó nuestro Señor Jesucristo, por amor a todos. Cada gesto de su Madre, de la Verónica… con las mismas expresiones que utilizaba la Hermandad de Caballeros Voluntarios De la Cruz, ochenta años atrás. Impactante.

Coronada la cima de San Cipriano a la decimocuarta estación, recolectamos los ornamentos que, con discreción, han portado en sus mochilas varios voluntarios.

El peso de los mismos, seguro han ayudado a vivir más intensamente el Via Crucis, a meterse en la piel de Nuestro Señor con la Cruz al hombro, tal día como este: “La exaltación de la Santa Cruz”.

El Pater prepara el altar del Cristo Negro, con ayuda de los monaguillos… Lo que pretendía ser una Misa de campaña, será después una Misa digna de una basílica. Se reviste, confiesa a algún joven, se coloca la casulla centenaria, y comienza la Santa Misa, primera desde hace más de cuarenta años en este emblemático lugar.

Junto al altar, se plantan tres estandartes que después besarán la tierra que Dios pisa, allí, en Montejurra: las aspas de las Españas, la rojigualda de nuestra Madre Patria, y la laureada de Navarra. Todos los detalles de cariño, nuestros símbolos y nuestros respetos, tan torpes e imperfectos, pero que buscan agradar al Señor con todo lo que somos, con nuestros mejores portes, y nuestros corazones, postrados ante él.

Después de la Misa, bendecimos la comida, y almorzamos juntos en hermandad.

Minutos más tarde, Sancho, vocal de juventud de la Comunión en Navarra, y Caballero de la HCV, rompe el murmullo con un megáfono, para dar gracias a Dios y al gentío por haber acudido a la llamada de la “recuperación del acto en su sentido original, natural, sin rarezas, el pueblo que reza y que recuerda”.

Da la palabra al presidente de la Comunión Tradicionalista Carlista de Navarra, don José Fermín Garralda. Nos recuerda siempre entusiasta y emocionado, que “durante muchos años, fueron muy pocos los que seguían subiendo a Montejurra como HCVC. Los últimos años, tan solo dos personas”. Le siguió la lectura del documento histórico, redactado por un Caballero de la Hermandad, de apellido Zubiaur, donde explicaba los orígenes y el espíritu de la misma.

Toma la palabra ahora al presidente a nivel nacional, de la Comunión Tradicionalista Carlista, Don Telmo Aldaz de la Cuadra Salcedo. Telmo dijo muchas cosas, sin quitar la mirada de la bandera de Navarra con su laureada de San Fernando (honor y privilegio del cual se le ha privado a nuestro pueblo y nuestra bandera) echó la vista atrás y habló de nuestros mayores con lágrimas en los ojos, con tremenda humildad. Dijo muchas cosas, pero nos quedamos con una frase: “no somos buenos, pero luchamos por lo bueno”. Ahí queda.

Cierra su discurso obligando al joven navarro a decir unas palabras, quien accede por obediencia y no por gusto.

“Esto me recuerda al evangelio de las tres tiendas. Pero no podemos caer en eso. Esto no es la Cruzada, la Cruzada comienza cuando lleguemos a casa. Nuestra vocación es apostólica. Somos Cruzados. Hemos de vivir bien nuestra vida, ser piadosos y jóvenes alegres, para ser estandartes vivos de La Cruz, y llevar a Cristo a todos los rincones del mundo, hasta que Cristo Reine en todos los hogares de España”.

Terminados los discursos, deshacemos el camino andado rezando el Rosario. Esta vez son los jóvenes quienes toman el protagonismo. Rezamos por todos, no solo por nosotros, especialmente por la conversión de los pecadores (entre los que nos incluimos).

Volvemos a Pamplona porque la agenda sigue. Pablo Larraz, médico e historiador aficionado, nos habló de las Margaritas y su papel caritativo, durante la guerra, recorriendo los pasillos del antiguo hospital Alfonso Carlos I.

Tras la merienda, la Hermandad de Caballeros, por beneplácito del Señor Prior, nos hizo una visita guiada a su actual sede: la cripta del “monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada”, de mano de Don J. F. Garralda. Le siguió la toma de juramento de tres nuevos caballeros y una dama, para dar continuidad al cometido de la Hermandad.

Terminamos un día glorioso con una gran cena, dando de nuevo Gloria a Dios.

Termina la convivencia con un viaje a Vitoria, a un recóndito lugar: un pueblo llamado Landa, a los pies del monte Isusquiza. Allí hay un acto en homenaje a los caídos en la batalla que hubo en ese lugar, 86 años atrás. Emociona ver a Don Ángel Armentia y a sus amigos correligionarios del Círculo San Mateo, como han mantenido la tradición en solitario tantos años…

Hoy toca estar con ellos y decirles que no están solos. Somos muchos, cada vez más, los españoles defensores de los ideales del Carlismo: Una sociedad subsidiaria en el bien común y la Verdad, con la Fe como pauta para obrar y vivir, que no obvia la voz de sus mayores: fieles a la tradición.

Dios. Patria. Fueros. Rey.

Sancho Guindano

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