El pasado miércoles conocimos la triste noticia del asesinato de un sacristán y el herimiento de un sacerdote por parte de un terrorista yihadista en la localidad gaditana de Algeciras.

Posteriormente la prensa ha aumentado la información sobre dicho sujeto, del que sabemos que es inmigrante ilegal expulsado de Gibraltar, que es ocupa y que pesaba sobre él una orden de expulsión; además había publicado en redes sociales mensajes a favor del Dáesh. A pesar de todo nuestros políticos y los medios de comunicación a su servicio insisten en que no está claro si se trata de un atentado o de una persona con problemas psicológicos y en que no hay que meter por medio el tema religioso.

Hace poco el padre de un misionero Comboniano que ejerce en Sudán me hablaba de la hospitalidad de los musulmanes y de que no se puede identificar al islam con el Yihadismo. Para afrontar esto es necesario aclarar tres conceptos:

El Islamismo es la pretensión, por ortodoxia religiosa, de llevar la ley coránica a todas las esferas de la vida, empezando por la política; es lo que solemos llamar fundamentalismo o integrismo.

El término “yihadismo” viene de yihad, y suele hacer referencia a lo que los musulmanes conocen como “yihad menor”, es decir, a la guerra santa entendida como la imposición del islam por la fuerza de las armas.

Un Yihadista es un islamista que opta por la lucha armada para imponer su fe.

Evidentemente no todos los musulmanes son islamistas y tampoco todos los islamistas son yihadistas, cosa obvia dado que si los 1800 millones de musulmanes que hay en el mundo fuesen yihadistas, habrían logrado convertir nuestro planeta en un infierno y tendrían bastante fácil ganar la batalla a un “enemigo” formado por 2520 millones de cristianos, mayoritariamente mediocres y buenistas. Pero tampoco podemos pasar por alto el hecho de que los yihadistas se han convertido, a ojos de muchos musulmanes, en la auténtica vanguardia del islam y que muchos musulmanes, incluso no islamistas, entienden o justifican las acciones de los Yihadistas, a los que ven sólo como “algo desviados”.

Por otra parte es innegable que muchos musulmanes han emigrado desde sus países de origen hacia el nuestro en busca de mejor fortuna y que su atención espiritual se organiza en mezquitas radicadas aquí; como se trata de gente con escasos recursos económicos, esas mezquitas son frecuentemente pagadas con dinero saudí y los imanes que las atienden han sido formados en el espíritu más radical del islam (es interesante matizar que Arabia Saudí ha contribuido enormemente a expandir las visiones más radicales del islam). De este modo el salafismo se ha propagado entre las comunicades musulmanes de España, al igual que entre las del resto de Europa.

Tampoco podemos negar que hay un problema muy serio de inmigración ilegal descontrolada procedente de países musulmanes y que las vías de entrada de esos inmigrantes han sido utilizadas por los grupos terroristas para introducir en España yihadistas dispuestos a atentar en nuestro país e incluso inmolarse para intentar reunirse con unas bellas huríes que le esperan, según sus creencias, en “el otro barrio”.

Así pues, es innegable que hay musulmanes pacíficos, pero también lo es la importancia de “meter por medio” el tema religioso, puesto que está en la base de la actuación del asesino de Algeciras; además, si un día una persona se coloca un chaleco explosivo y lo hace explotar en un lugar público, nadie tiene dudas acerca de qué religión profesa así que, efectivamente, es un tema religioso y algo falla en el islam cuando es capaz de generar individuos así. Está especialmente clara la contraposición de esa forma de actuar con la del mundo cristiano que, como ha dicho Núñez Feijoo (que no es santo de mi devoción, pero en esta ocasión tiene razón) “No verá a un cristiano matar en nombre de su religión como hacen otros pueblos”, lo que ha supuesto una lluvia de críticas hacia él por parte de los siervos del discurso oficial de siempre; o como afirma el comunicado de la Comunión Tradicionalista Carlista sobre ese hecho, “la realidad pone en evidencia que no todas las religiones son iguales. Cuando un joven cristiano se «radicaliza» lo habitual es que se entregue pacíficamente a la oración y al servicio a los demás. Los jóvenes musulmanes radicales por el contrario suelen recurrir a la violencia”.

Creo que los políticos harían bien en dejarse de demagogia y verborrea barata y en dedicarse a actuar con firmeza y decisión, garantizando la seguridad de nuestras fronteras y de los agentes que las custodian, vigilando estrechamente los movimientos de los imanes y sus enseñanzas, permitiendo la entrada legal a nuestro país solo de gente de confianza (aquellos que vengan a trabajar), expulsando a quienes sólo viven de las ayudas o a quienes cometen delitos e impidiendo las actividades de proselitismo que pueden realizar los grupos islamistas en las prisiones. Pero esto no ocurrirá, porque la entrada masiva de inmigrantes musulmanes, incluidos (¡cómo no!) los yihadistas, los ataques inmisericordes al cristianismo y su sustitución por la religión de Mahoma, es parte de un plan globalista del que nuestros políticos son parte importante.

Socialmente no he visto tampoco ninguna reacción. Contrasta este asesinato con el de cualquier mujer, que provoca siempre manifestaciones, o con el Black Lives Matter, que produjo reacciones en todo el mundo. Parece que la vida de los católicos no importa. Más de cien religiosos católicos fueron secuestrados, detenidos o asesinados en 2022, según Ayuda a la Iglesia Necesitada; a ellos habría que añadir los laicos que han sufrido la misma suerte, de los que no hay datos estadísticos y que elevarían exponencialmente esa cifra, pero nada ¡sus vidas no importan!

Ahora el yihadista de Algeciras va a disfrutar de la hospitalidad de nuestro sistema penitenciario, donde será mantenido gratuitamente a base de nuestros impuestos y se radicalizará más al entrar en contacto con otros salafistas. Más tarde, cuando llegue el momento de su salida ¿creéis que será expulsado definitiva y eficazmente de nuestro país o que, como a otros presos, se le mantendrá aquí y se le pagará el paro? Dejo a cada uno mantener su opinión privada al respecto.

Preparémonos porque vienen tiempos muy difíciles para los católicos, que sobramos en este mundo actual sometido a los planes globalistas de la masonería. Gracias a Dios nos queda el consuelo de que al final de los tiempos venceremos; hasta entonces oremos por el alma del sacristán, por la curación del sacerdote y por la conversión de nuestros enemigos.

 

C.R. Gómez 

Criminólogo 

C. R. Gómez