Olvídense del gasto superfluo en pinganillos y traducciones simultáneas para unos diputados que, todos ellos sin excepción, hablan español perfectamente. Y olvídense también del engorro innecesario en el que se van a convertir a partir de ahora los debates en esa ONU de playmobil de la Carrera de San Jerónimo. Porque lo importante de la última payasada charlamentaria es que encierra un profundo significado simbólico. Porque para los separatistas, y por contagio para sus abducidos de izquierdas y derechas, las lenguas no están hechas para hablar, sino para servir de símbolos.

Así lo ha demostrado Gabriel Rufián al declarar que las lenguas no sirven sólo para comunicarse, sino también “para representar lo que eres”. Y téngase en cuenta que eso que se es y que, al parecer, se representa con la lengua que se habla es nada más y nada menos que una nación. Porque nuestros separatistas, inasequibles al argumento y ciegos a la evidencia, siguen aferrados al superadísimo dogma romántico de que una lengua es igual a una nación. Varios de los intervinientes en la astracanada del otro día repitieron que la recién estrenada Babel de sus señorías era la demostración empírica de que España es un Estado plurinacional.

Pero lo que demuestra, aunque ya lo supiéramos todos antes de esta tonta demostración, es que España es una nación plurilingüe, que no es lo mismo. Porque si España es un Estado plurinacional por el hecho de que los españoles hablen varias lenguas, todos los países europeos menos Islandia son Estados plurinacionales. En Francia, por ejemplo, se habla, además del mayoritario francés, occitano, bretón, catalán, vascuence, flamenco, alsaciano y corso. ¡Más lenguas que en España, sacrebleu! Y en Italia, ladino, alemán, francés, catalán, occitano, franco-provenzal, esloveno, albanés, grecocalabrés, sardo y friulano. ¡Más lenguas que en España, porca miseria! A las que hay que añadir decenas de dialectos muy diferentes entre sí y hablados por millones de personas. Lo mismo, con mayor o menor número de lenguas y dialectos, puede decirse de cualquier otro país europeo, y, sin embargo, ninguno de ellos se declara Estado plurinacional ni en ninguno de ellos se les ocurre convertir sus respectivos parlamentos en un circo como el español. Todo esto demuestra que España no es diferente en lo que a variedad lingüística se refiere, sino por el desmesurado poder de los partidos separatistas para imponer sus bobadas con la complicidad de los dos grandes partidos, encantados de seguir haciendo el canelo. Y España también es diferente por lo pueblerinos que son tantos españoles que se han tragado el disparate de que somos la excepción plurilingüe en una Europa de naciones monolingües.

El absurdo dogma plurinacional lo han repetido tanto los comunistas a través de Marta Lois, que manifestó su deseo de que éste sea el primer paso hacia el reconocimiento de un Estado plurinacional, como los separatistas de Bildu a través de Mertxe Aizpurua, que declaró que “lo que hoy se está haciendo patente es que somos naciones sin Estado”. Lo mismo que proclamó Núñez Feijóo en alguna ocasión anterior, así que el consenso mayoritario está más que garantizado.

Pero no se trata solamente de plasmar la falsa plurinacionalidad de una nación efectivamente plurilingüe, sino de romperla, que es el objetivo. La portavoz de Junts, Miriam Nogueras, se destacó por su sinceridad al interpretar que el acto en cuestión “evidencia el camino imparable hacia la libertad”, porque “esto no va de encaje, no va de reencuentro”, lo que rubricó con un “¡Visca Catalunya lliure!“.

Ha habido quienes, tanto desde los altos estrados parlamentarios como desde los bajos pupitres periodísticos, han quitado importancia al asunto lingüístico porque no les parece relevante. Sordos están, pues, a lo que muy claramente acaban de manifestar sus señorías separatistas, y ciegos a lo que lleva muchas décadas imprimiéndose en un millón de libros, revistas y periódicos. Para no cansar, tomemos solamente un ejemplo, el del muy autorizado e influyente Jordi Pujol, que en la década de los ochenta explicó al ministro socialista Fernández Ordóñez lo siguiente (recogido por el también ministro socialista José Bono en sus memorias, para los interesados en conocer el origen de la cita):

La independencia es cuestión de futuro, de la generación de nuestros hijos. Por eso, los de la actual generación tenemos que preparar el camino con tres asuntos básicos: el idioma, la bandera y la enseñanza.

Jordi Pujol, el único estadista que ha habido en España en el último medio siglo. Porque enfrente sólo ha tenido mediocres, ignorantes y sinvergüenzas.

 

Jesús Laínz

Jesús Laínz