Desde hace unos 15 meses anuncio la posibilidad de que la Bolsa – el mercado de acciones – se pegue el batacazo del milenio.
Cuando lo escribo, el comentario más favorable no entiende como puedo estar fuera de un psiquiátrico…
Los cazadores de fake news se suelen reir a carcajadas de mí pensando que las bolsas mundiales son como un caudaloso río, siempre corriendo con fuerza y a contracorriente …
Parece – parecía -que las subidas no van a tener fín…
Durante un decenio largo tipos de interés a nivel cero y con una liquidez inmensa e inyectada a mansalva sobre todo por la FED americana y el BCE, las acciones subían sin parar.
Al movimiento alcista se unía la compra por las grandes multinacionales de sus propias acciones de manera que sostenían los cambios – los precios – de manera un tanto artificial.
Las autoridades de control de los mercados de valores nunca han prohibido tales recompras que, sin ser jurista, son susceptibles de un delito tipificado en el Codigo penal como « alterar el valor de las cosas ».
Resumiendo, que todos los factores del mercado han sido muy, muy favorables para que las cotizaciones se hayan movido al alza.
Y unas alzas nunca vistas, con un ciclo alcista en escasas ocasiones interrumpido.
Solo durante el estallido de la crisis del Covid-19 el mercado se paralizó y descendió con fuerza durante unas jornadas para luego recuperarse y en poco tiempo volver a la espiral alcista…
Después de meses de encierros y paralizaciones de la producción, sorprende como las bolsas siguieron con su alza imparable.
Y se superaron niveles anteriores del Covid- 19 dejando la lógica aparcada. Incluso la sesuda bolsa de Franckfort con sus empresas arruinadas a muerte por las sanciones energéticas a Rusia presentan, todavia, niveles superiores a la pandemia… sin ningún sentido.
En los estertores del franquismo acudiendo a la bolsa de Bilbao, uno de los operadores con toda su sabiduría, me contaba que las «subidas consiguen que todo el mundo se vuelva loco y que nadie, absolutamente, nadie dentro del recinto, sea capaz de ver la realidad exterior».
La expresión que creo inglesa, «los arboles impiden ver el bosque»… aplicada al mercado de valores, es más cierta que nunca …
Suelo corregirla en el sentido de «las hojas de los arboles …» y hasta hace unas pocas semanas, nadie dentro del mercado era capaz de ver la quiebra del negocio … hojas, arboles, bosque… todos ciegos.
Las razones
Son muchas y la principal es la fortísima subida de tipos de interés.
La razón impone que la consecuencia a un alza de tipos, corresponda con una bajada de envergadura en el mercado de acciones…
Nada, con los intereses alrededor del 4,5%, el mercado inmutable.
Incluso alguna bolsa se reía a carcajadas y seguía con su irresponsable subida.
A parte de los intereses, la intensa inflación no es noticia favorable al mercado.
Ni la retirada por los bancos centrales de los «estímulos» – léase dinero abundante inyectado -, ninguna reacción…
E Iñigo Caballero revisando cronicas viejas para ver si estoy o no de psiquiátrico…
Todo lo escrito en decenios, no vale para nada…
Al repasar las notas, también, compruebo que, a las razones anteriores, una se me olvidaba, las subidas de materias primas, petroleó, sus derivados …
Y en ningún momento había tenido en cuenta la guerra de Ucrania…
En definitiva que, las causas hipotéticamente bajistas, no han funcionado.
La guerra del Yom Kippur
Días atrás con la guerra instalada en nuestras mentes, algunos espabilados comenzaban a inquietarse…
Los lectores desconocen que los grandes bancos suelen tener copiosos departamentos de estudios que cuestan un pastón y sus gerifaltes poco o ningún caso hacen.
Estos expertos en estudiar el pasado, el presente y algunos pocos el futuro, se dedican a confeccionar estadisticas pasadas, muchos numeros y ratios, que, suelen ser útiles, si alguien las lee…
Las presentan a sus jefes y casi siempre terminan en las papeleras… pero esta guerra del Yom Kippur se suma a la de Ucrania, a las absurdas sanciones y a los factores….
Deudas públicas gigantescas, inflación, tipos de interés desmesurados, falta de liquidez….
Los jefes se rascan sus calvas cabezas, llaman a los estudiosos y analistas y concluyen que hay que vender…
Los más listos, como Mat Dimon del JP Morgan, después de liquidar todas las acciones de su banco, se permiten expresar su preocupación por la altura de las cotizaciones y que una muy grave crisis se cierne sobre las bolsas – sobre todo, los inversores particulares -, se concluye, que, esta vez la cosa va muy en serio.
Y casi al alimón, otros notables inversores, que por supuesto, han liquidado todos sus títulos, nos empiezan a sacar estadísticas, curvas, gráficos para demostrarnos que las bolsas se encuentran SOBREVALORADAS….
Los gestores de carteras parecen sorprendidos…
Ahora si que el crack está servido y solo se espera un desencadenante para que las bolsas se hundan y los listos vuelvan, después de los descensos, a hacer su agosto aunque sea en noviembre.
En uno de los ultimos posts les recomendaba vender poco a poco… sigan y no paren, pues la que viene es gorda.
Y, después del crack, cuando vean y piensen que la bolsa ya está muy baja, vuelvan a reflexionar tantas veces como sea necesario y tómense una pausa de semanas o meses antes de comprar… porque la crisis va a ser muy larga, dolorosa y profunda.
Y parte de sus ahorros conviértanlos en oro, porque es el mejor refugio en tiempos de tribulación.
La mayoría de los lectores son católicos y carlistas – solo DIOS y PATRIA – y la oración se impone en estos tiempos de perversión y maldad.
Jamie Dimon y su JPMorgan
Es muy posible que ustedes no me crean, por eso prefiero copiar textualmente las frases del presidente de ese banco en la presentación de sus resultados:
«Mi advertencia es que nos enfrentamos a numerosas incertidumbres … vivimos, quizás, en el periodo más peligroso que el mundo ha conocido desde hace decenios»
No crean ni lo que cuentan la Calviño, Sántxez o Nuñez … háganme caso o verifiquen si lo traducido en el párrafo anterior lo invento o coincide con la realidad.
Gracias por la lectura
DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO
Iñigo Caballero