Pero no se trata simplemente de un azar morfológico-lingüístico. El conde Ramon Berenguer I compilará, en 1058, los Usatges (usos), donde se recogen numeradas una serie de costumbres a modo de código. El manuscrito más antiguo que conservamos de ese documento está escrito en latín y en su uso 3, dice: “El señor Ramon Berenguer el Viejo, conde y Marqués de Barcelona y, además, dominador de Ispania”. Recordemos que aún faltaban bastantes décadas para la aparición del gentilicio catalán en la Crónica Pisana o Liber Maiolichinus (1117). En una reproducción de los Usatges de 1300 aparece un dibujo del conde a caballo matando un infiel y el texto, ya escrito en catalán, dice: “Comte e Marches de Bachylona Apoderador d´Espanya”. Contra el argumento nacionalista falso de que se refiere a la España musulmana, es evidente que se refiere al territorio que ocupaban los condados que identificaba con España. Los Annales Riuipollensis, de 1150, una crónica de los monjes del monasterio de Ripoll, se refieren a la muerte del conde en estos términos: “En el año del Señor de 1076 murió Ramón Berenguer de Barcelona; este a toda Espania tomó por su fuerza y con abundantes tributos”.

Si nos ceñimos a la organización eclesial, encontramos que en el año 385 el Papa Siricio respondía a las dudas sobre la disciplina eclesiástica planteadas por el obispo Himero. Es la primera Decretal dirigida por un Papa a un obispo de la Iglesia latina. El Pontífice le ordenaba que hiciera cumplir sus disposiciones a todos los obispos de las provincias vecinas de Hispania. De ahí arranca la tradición de que el Arzobispo de Tarragona es Primado de Las Españas. Este Primado permanecería hasta la invasión musulmana cuando hubo de desplazarse la sede de Tarragona a Narbona. En el proceso de reconquista pudo restaurar la diócesis y el 1 de junio de 1091, el Papa Urbano II escribe la bula Inter primas hispaniarum urbes. En el documento se reconoce esta primacía, aunque años antes se la había reconocido también a Toledo, lo que siempre provocó cierta pugna. La restauración del episcopado tarraconense fue fundamental, pues mantener el título de Primado de las Españas frenaba los planes francos de dominio sobre los condados catalanes y los aunaba moral y espiritualmente a Hispania. Eso acontecía antes incluso de que Tarragona fuera arrebatada definitivamente a los musulmanes en el año 1116, por las tropas de Ramón Berenguer III. Las obras de la actual catedral se iniciaron el año 1171 obteniendo el nombre de Catedral Basílica Metropolitana de santa Tecla y Primada de las Españas de Tarragona. Fue precisamente Ramon Berenguer III quién se casó con María, una de las hijas de El Cid.

La sangre de los condes de la Marca hispánica buscó mezclarse con las ramas más poderosas de los reinos cristianos de la península, en una clara estrategia de integrarse en los reinos hispánicos e irse desprendiendo del vasallaje francés. En la Gesta comitum Barcinonensium, escrita por un monje de Ripoll hacia 1179, se relata la boda de Berenguela hija de Ramon Berenguer III: “entregó una hija suya, como esposa, a Alfonso, emperador de Toledo, de la cual surgió una descendencia imperial y nobilísima”. A Alfonso, acompañaría Ramon Berenguer IV en la conquista de Almería (1147). Sería con este con quien se casaría Petronila de Aragón, en 1137, uniendo así la Corona de Aragón y los Condados aún dependientes legalmente del Reino Franco, pero de corazón hispano. El hijo de ambos, Alfonso II, Rey de Aragón y Conde de Barcelona (no como los que pretenden imponer el trampantojo de los condes-reyes), realizó una expedición por Andalucía y pactó con Castilla contra Portugal; y con León, Navarra y Portugal, contra Castilla. Así eran esos tiempos. Los conflictos entre reinos y señoríos no quitaban que se tuviera un sentir común de lo que debía ser una España liberada del Islam. En el Tratado de Corbeil en 1258, con motivo de la boda de Elisabeta hija de Jaime I con Felipe, hijo de Luis IX de Francia, los condados pasarán legalmente a la Corona de Aragón. Años después, en 1283, el rey de Aragón (nacido en Valencia), Pedro III entró en Barcelona para proclamarse ·Conde de Barcelona y señor de Toda Cataluña”.

Carga de los tres reyes, de Augusto Ferrer Dalmau

Como señaló Jaume Vicens Vives en su Noticias de Cataluña, refiriéndose a los cronistas medievales catalanes: “ningún cronista dudó nunca en utilizar los nombres de España y español en sentido geográfico, histórico o político”. En la Crónica de Jaume I, de 1238, podemos leer: “Nostre Regne es lo mellor Regne d´Espanya” … “Nostre pare lo Rei en Pere fou lo pus franch Rey que anch en Espanya” … “Car nos ho fem la primera cosa per Deu, la segona per salvar Espanya, la terça que nos e vos haiam tan bon preu e tan gran honor que per nos e per vossin salvada Espanya”. El autor anónimo que escribe Flos Mundi (1407), en catalán, refiriéndose a cronistas no españoles, señala: “Mas por eso, como éstos no seno españoles, no se han preocupado de tejer la historia de España sino superficialmente. Yo empero, que soy español, tejeré y regularé dicha historia”. Jeroni Pau escribió su obre De fluminibus et montibus Hispaniorum (1475), en la que describe la topografía catalana refiriéndose a ésta como española. De Barcelona dice que es una de las mejores ciudades de España (“maiores Hispaniae urbes”). El canónico de Barcelona Francesc Tarafa escribe Ghottolandia, Catalulunya al present denominada (1533). Es una crónica hispanista en la que reivindica la singularidad de los catalanes en cuanto que descendientes de los godos que, en relación de igualdad con Castilla, pretenden formar España.

En 1534, Pere Tomich publica su Les Històries e Conquistes dels reys d´Aragó e comtes de Barcelona. La obra es una reivindicación de la hispanidad de la Corona de Aragón. Y se ensalza la unidad de los godos y su recuperación por parte de los catalanes. También por esas fechas aparece la crónica de Berenguer de Puigpardines, tituladas Sumari d´Espanya, en el que se ensalza el pasado hispánico de la nobleza catalana. El archivero del Reino, Pere Miquel Carbonell, escribe sus Cròniques d´Espanya (1547). El obispo de Gerona, Joan Margarit, que puede ser considerado el primer renacentista y humanista español, en su obra Paralipomenon Hispaniae reivindica la unidad de España germinada con los romanos y culminada tras la reconquista. En la dedicatoria, dedicada a los monarcas españoles, escribe (en catalán): “Mi designio surge del puro amor a mi Patria (España) a la cual quisiera dar el esplendor que merece”.

No hay registro, crónica, testamento, pacto, contrato o documento alguno que nos indique por asomo el más mínimo espíritu nacionalista o deseo de independizarse Cataluña del destino de las Españas. Como se viera en “La carga de los tres reyes” con Pedro II el católico, flanqueando a los reyes de Navarra y Castilla. Los historiadores nacionalistas, lo único que pueden hacer es especular, tergiversar o directamente inventar. Con la unión de los reinos de Castilla y Aragón, consagrada por la unión matrimonial de Isabel y Fernando, Cataluña no se perderá ninguna de las grandes gestas hispanas.  En la campaña de la conquista de Granada participaron 1.500 infantes catalanes y las Galeras reales de la Corona de Aragón partieron de Barcelona, comandadas por capitanes catalanes como Francesc Torrelles, Francesc de Pau, Pere Busquets o Galcerán de Recasens, para participar en la empresa. Cuando cayó Granada, y siguiendo los Dietarios de la Diputación General, se produjeron en Barcelona: “Las más grandes manifestaciones de alegría que nunca se habían hecho”.

La nobleza catalana vivió un momento de esplendor con Carlos I, que seguía sin hacer mucho caso a los castellanos. Miguel May fue nombrado embajador en Roma; Antonio de Cardona, virrey de Sicilia; Berenguer d´Oms, general de las galeras españolas que fue el terror de la morería; Miguel de Boera, capitán general de la armada en las expediciones a Túnez y Argelia o Hugo de Montcada general en Jefe de los ejércitos que entraron en Roma. Durante mucho tiempo, el oro de la Indias llegaba a Barcelona donde era acuñado y las Leyes y Ordenanzas para el gobierno de las tierras descubiertas en ultramar son promulgadas en Barcelona, el 20 de noviembre de 1542. Reinando Felipe II y durante la revuelta de las Alpujarras unos 5.000 catalanes juraron lealtad al rey y se pusieron en marcha hacia Andalucía para ayudar a sofocar la sublevación. Se demostró que los catalanes “eran los súbditos más leales al Rey de toda España”, como dijo Juan de Austria después de la victoria. Pero sería en la Batalla de Lepanto donde se demostraría el compromiso catalán para con la Monarquía hispánica.

Batalla de Lepanto

El experimentado Lluís de Requesens sería la mano derecha de Don Juan de Austria. La escuadra de descubierta estaba al mando del catalán Don Juan de Cardona y la nave del capitán Camisó es la que asaltó la nave capitana turca y mató al almirante otomano Alí Paixà, hecho que inclinó de forma definitiva la batalla en favor de la flota cristiana. El Santo Cristo de Lepanto, que se venera con gran devoción en la Catedral de Barcelona, ha quedado como recuerdo inmortal de esa gesta. La segunda parte del siglo XVII fue terrible para Cataluña: la guerra de la secesión entre 1640 y 1652 con la entrega del Principado, por parte del traidor Pau Claris al Rey de Francia. A ella le seguiría la Guerra de los nueve años (1689-1697), pestes y miserias.  El inicio del siglo XVIII, que empezó con una desastrosa guerra civil entre austracistas y borbónicos, fue contra todo pronóstico un siglo esplendoroso en lo económico para Cataluña. Ello llevó al historiador nacionalista Rovira y Virgili, que los catalanes de aquella época “se habían desnaturalizado y tornado servilmente monárquicos”.

El siglo XIX, sería el de la eclosión españolista de Cataluña donde demostró su patriotismo y dinamismo prohispanico en la Guerra contra Napoleón, en la Guerra realista, en la de los malcontents, en las guerras carlistas, en la participación de las Guerras de Áfricas o en las Guerras de Cuba. En todas ellas vibró el sentir hispano. Como el incipiente catalanismo decimonónico no pudo esgrimir la historia para defender sus tesis, recurrió al romanticismo en cuanto distorsionador de relatos y provocador de desordenados afectos. Se quiso buscar una Cataluña allá donde no estaba y acabaron sus historiadores, pensadores y promotores, creando sueños de aquellos que producen monstruos. Parafraseando una frase que se atribuye erróneamente a Torras y Bages, podemos decir que Cataluña será hispana o no será.

 

Javier Barraycoa

Publicado en Razón Española, núm 238, julio-agosto 2023

Javier Barraycoa