La destrucción de Gaza repugna a la Civilización y al Derecho

 

Soy católico y pecador, y no puedo  callar ante el genocidio que Netanyahu está ordenando perpetrar en Gaza y Cisjordania, desde hace más de dos meses.

He dedicado dos trabajos anteriores al asunto, el artículo “Israel y Palestina,  quien siembra vientos,  recoge tempestades”, y “El   genocidio de Gaza por Israel”, publicados en varios diarios digitales, pero no hay dos sin tres, y como humano que soy, no puedo callar ante estos hechos.

España ha sufrido el  terrorismo vasco, (también el catalán, pero menos, pues a los catalanes a cobardes, no les gana nadie) con cerca de mil personas asesinadas, muchas de ellas mujeres y niños, pero a nadie se le ocurrió construir un gigantesco muro para aislar ambos territorios, y tratarles como a parias.

Y, mucho menos bombardear inmisericordemente el País Vasco, por ejemplo…

Vivimos en un estado de derecho, que va camino de ser un estado de desecho, y a gran velocidad, y la población es consciente de que los terroristas son una minoría, y no hay que hacer pagar a justos por pecadores.

Ahora ya no son terroristas, son políticos, gobiernan las Vascongadas, Navarra, que se están anexionando, y Cataluña, y aliados con los comunistas que encabeza Pedro Sánchez.

Hace años, Albania era el único  país comunista de Europa, pero ahora en España.

18.000 asesinatos, por ahora, más de 6.000 son niños, 50.000 heridos, la total  destrucción de las estructuras, viviendas, carreteras de Gaza, etc., evidencian que estamos ante un genocidio planificado.

¿Cómo podemos seguir comiendo, durmiendo, etc., tan tranquilos, mientras en la otra orilla del Mediterráneo, a las puertas de casa, como si dijéramos, se está asesinando a la población civil, un día sí, y otro también…?

¿Podemos seguir pensando que pertenecemos a la raza humana, cuándo nos comportamos como animales, pasando de todo, con más insensibilidad que la de la mayoría de los judíos?

Creo que Netanyahu deberá responder por sus crímenes ante el Tribunal penal correspondiente.

Y,  en última instancia, ante el Tribunal, inapelable, de Dios.

Que así sea.

 

Ramiro Grau Morancho

Académico, jurista y escritor

https://www.ramirograumorancho.com

Ramiro Grau Morancho