Desde el 21 de febrero pasado, mis teléfonos, fijo y móvil, correo electrónico, etc., están saturados de llamadas y mensajes.
Ese día fueron detenidas 20 personas, en el marco del caso Ábalos, caso mascarillas, caso PSOE, o como quieran ustedes llamarlo.
En el caso de las llamadas, mensajes, etc., todas las noches procedo a borrar todo, y les puedo asegurar que había noches que el móvil me avisaba de que estaba lleno, y no admitía más mensajes… Consiguientemente, no habré contestado a muchos, y pido perdón por ello.
Pero, créanme, era imposible.
He conocido excelentes periodistas, los menos, y una gran cantidad de personas que te quieren entrevistar, preguntar, etc., pero ni siquiera se han molestado en documentarse previamente un poco…
Respecto a los correos electrónicos, los voy contestando todos, y si a alguno no lo he hecho, ruego vuelva a enviarlo, pues ha podido ir a parar a la carpeta de correo no deseado, que periódicamente, voy borrando, también, pues hay que ver la cantidad de gente que te quiere hacer el seguro de tu vida, abrirte una cuenta bancaria, o, simplemente timarte, en el supuesto de que los dos primeros supuestos no sean lo mismo.
Pero lo que me ha llamado mucho la atención es la cantidad de personas que acuden a mí, bastante desesperadas, contándome su caso, e intentando que les ayude.
Por supuesto les doy mi sincera opinión jurídica y personal sobre su asunto, gratis et amore, pero yo no soy la fiscalía general del Estado, aunque en España, más que del Estado, es del gobierno de turno, única y exclusivamente.
(El único fiscal general del Estado que hemos tenido fue don José Manuel Maza, muerto en extrañas circunstancias en Argentina. Vid. mi artículo “La extraña muerte del Fiscal General del Reino de España”).
Muchas de estas personas, no quieren denunciar, y desearían que yo asumiese esa función, pero como comprenderán, el que quiera peces, que se moje el culo…
¡Qué fácil es tirar la piedra y esconder la mano!
Esta mañana decían por la radio que el gobierno balear iba a cerrar la Oficina Antifraude de la comunidad, y que de las quinientas denuncias recibidas, trescientas eran anónimas.
¿Qué garantías nos ofrece una denuncia anónima, motivada, muchas veces, por hacerle la vida imposible a la competencia, perjudicar a un vecino, familiar, “amigo” o enemigo –en este caso ambas palabras son sinónimas-, etc…?
Pues más bien pocas, y en ocasiones generan una pérdida de recursos públicos, para nada.
En el caso balear, unas islas donde la corrupción aflora en cualquier esquina, creo es un error cerrarla, pues esa oficina hacia bien su trabajo.
Por ejemplo, sobre el “caso“ Ábalos”, ellos ya alertaron en su informe anual de 2021, creo recordar, sobre esa extraña empresa –más bien chiringuito-, que hacía “negocios”, y sobre José Ángel Escorial Senante, su “afición” por los paraísos fiscales, etc., y si la actual Presidenta del Congreso no se quiso enterar, es problema suyo.
Pero también se produce el efecto contrario, y son esas oficinas antifraude que no funcionan, o están totalmente colapsadas. Verbigracia, un empresario de Valencia me escribe para informar de grandes irregularidades, por no decir ilegalidades, en concursos públicos, amañados, de los que siempre son beneficiarias las mismas empresas, previo “untamiento” al político de turno, con mando en plaza, así como a la gerente del organismo en cuestión.
Pues bien, dice lo siguiente: “…y lo puse en conocimiento de la agencia antifraude de la comunidad valenciana, pero no han hecho nada. Y aún me dicen que está en cola, que tienen a 31-12-2023 más de 2.000 reclamaciones, y que le tocará cuando le toque…”
¿Ustedes lo ven normal?
¿Son agencia antifraude, o para tapar la corrupción…?
En fin, voy a ver si redacto los estatutos para crear una ONG llamada “españoles cobardes sin fronteras”, para dar acogida a los millones de españoles que conocen casos de corrupción, pero no se atreven a hacer nada.
Y así, con paso firme y seguro, nos encaminamos hacia la sanchosfera, es decir, la dictadura sanchista, felices y contentos de que nuestros hijos y nietos acaben heredando un páramo, pero, eso sí, endeudados hasta el fin de los tiempos.
Al fin y al cabo, ese es el ideal de los judíos, que debas tanto que nunca puedas amortizar el principal, y solo puedas pagar los intereses de la deuda, con lo cual acabas trabajando para ellos.
A todos los comunicantes, ¡gracias por confiar en mí!, y aunque sea con retraso, iré contestando a todos y cada uno de ellos.
Y si alguno no recibe contestación en breve, ruego reitere el correo, pues ha podido perderse, ser borrado por equivocación, al ir a la carpeta de spam, etc.
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor